David Bueno i Torrens: “Nuestro rol como maestros es mantener a los estudiantes en el camino de la curiosidad y no en el camino del miedo”

* El experto español en Neuroeducación fue el expositor de la “Tercera jornada de actualización en Neurociencias y Educación”, organizada por el Departamento de Ciencias Básicas y la carrera de Educación Diferencial de UST Viña del Mar.

“Cómo enfrentamos el proceso de enseñanza-aprendizaje desde la Neuroeducación en tiempos de pandemia”, fue el título de la “Tercera jornada de actualización en Neurociencias y Educación”, organizada por el Departamento de Ciencias Básicas y la carrera de Educación Diferencial de UST Viña del Mar. Cita que contó con la exposición del español David Bueno i Torrens y una concurrencia de 300 personas de todo el país que se conectaron atraídas por la presencia del reconocido experto de la Universidad de Barcelona, autor de decenas de artículos científicos y libros que siempre buscan explicar la ciencia en un lenguaje sencillo.

Fue a través de ese mismo lenguaje sencillo que el Doctor en Biología e investigador de Genética abordó los efectos que está provocando en los estudiantes la modalidad virtual de enseñanza “en la que los maestros hacemos lo que buenamente podemos. El tema es que no siempre se tienen en cuenta las necesidades de los alumnos sobre cómo puede repercutir en ellos y sus aprendizajes este tipo de educación”.

Miedo y curiosidad en el aprendizaje

Para contextualizar, David Bueno recordó que “para la especie humana, aprender es un instinto. La pregunta es porqué aprendemos. Todo lo que sigue va encadenado a esto. La respuesta es que aprendemos para poder anticiparnos a las incertidumbres del futuro. El cerebro siempre busca anticiparse a los cambios, a las novedades. Si el cambio es percibido como una amenaza, intentaremos protegernos antes que nos lastime. Si es percibido como una oportunidad, vamos a querer aprovecharla antes que pase de largo”.

Según dice, entender el objetivo biológico de aprender nos da claves de cómo debemos encarar la educación. “Por ejemplo, si queremos que los estudiantes aprendan, deben ver cercanía, porque eso activa su cerebro. Y deben tener la sensación de que eso que aprenden les va a ser útil en el futuro, es decir, si algo no les sirve para anticipar, no lo aprenden”, explica.

El director de la cátedra de Neuroeducación de la Facultad de Neurobiología de la Universidad de Barcelona declara que “hay dos maneras de responder ante la novedad, ante la incertidumbre. Hay gente que suele responder con miedo y otra que responde con curiosidad. Nadie está en uno u otro extremo, nos movemos en puntos intermedios, pero esto tiene un efecto en cómo aprendemos y en cómo vamos a comportarnos en el futuro”.

Respecto al miedo, dice que “es una emoción básica imprescindible para sobrevivir, el problema es responder con miedo frente a una novedad. Porque no sólo lo que aprendemos queda fijado en el cerebro, sino que el estado emocional que teníamos cuando aprendimos algo también hace conexiones en el cerebro. Es decir, el qué y el cómo aprendemos se mezclan en el cerebro en una fusión de conexiones. El aprender con miedo forma personas poco proactivas, poco transformadoras, porque el miedo nos lleva a escondernos o huir”.

En el otro extremo aparece la curiosidad, “que es aceptar las novedades no sólo porque son cosas nuevas, sino que siempre encierra una pregunta, como ¿para qué sirve esto? ¿cómo lo puedo usar? El miedo es impulsivo, la curiosidad es un acto reflexivo. Si estoy frente a una oportunidad, puedo examinarla y aprovecharla. Si no soy curioso, cuando me dé cuenta que era una oportunidad, ya habrá pasado. La curiosidad además va asociada a la alegría, que a su vez transmite confianza, que es imprescindible para aprender. Y también va asociada a la sorpresa, a la capacidad de maravillarnos frente a una novedad”.

Atención al estado emocional

¿Qué tiene que ver todo esto con la educación y la pandemia? “Bueno, es que ese estado emocional nosotros lo transmitimos sin darnos cuenta al dar clase, al educar. Y también se refiere a que debemos estar atentos al estado emocional de los estudiantes. En clases presenciales era más fácil preguntarles cómo están o incluso no era necesario preguntarles, lo veíamos en sus rostros. Pero en educación a distancia es más difícil de ver, con suerte puedo ver en la pantalla pequeños recuadros con sus rostros, pero difícilmente distingo expresiones”, responde.

Ese es uno de los principales efectos de la tecnología digital sobre la educación, dice Bueno. “El estado emocional es clave para continuar aprendiendo. Si captamos cierto temor, es importante reconducirlo, eso es más importante que la materia que queríamos explicar. Si se la explicamos cuando están con temor, estaremos incorporando este temor a sus redes neuronales y después van a usar mucho menos esos aprendizajes, porque revivirán esa sensación de temor, lo que significa que a la larga esos aprendizajes serán menos eficientes”

Otro efecto de la tecnología y las clases online es que se debe entender que “los entornos digitales cansan mucho más al cerebro. Es más difícil mantener la atención ante una pantalla donde no estoy conviviendo con nadie, que dentro de un aula. Podría parecer que hay más distracciones en el aula, pero la verdad es que el cerebro está acostumbrado a eso, necesitamos la vida social. Estar aislado en una habitación es algo que al cerebro no le gusta, prefiere estar con otras personas, aunque le distraigan”.

“¿Qué debemos hacer? Saturar menos a los estudiantes, no podemos reproducir la educación presencial, hacerla exactamente igual, pero en formato online. En modalidad presencial tenemos cinco o seis horas cada día, lo que es cansador, pero se aguanta. Hacer lo mismo en formato en línea es imposible, es un suplicio que no se puede aguantar, se pierde la atención, el efecto educativo se pierde mucho antes. Yo propongo dosificar, hacer docencia invertida, pedirles que busquen información, que la trabajen, así nos conectamos menos horas y discutimos lo que han aprendido. Es más interacción social, que es mejor a que un profesor esté hablando horas frente a la pantalla”.

Efectos de la falta de sociabilidad

Finalmente, David Bueno postula que la falta de sociabilidad está generando efectos nocivos en los adolescentes y jóvenes, algo que debe ser tomado en cuenta en el proceso de enseñanza-aprendizaje. “Quizás no sean efectos duraderos, pero son importantes. He visto más de 60 trabajos científicos que han analizado el efecto del confinamiento en adolescentes y jóvenes. Todos indican que casi una tercera parte de los adolescentes han incrementado notablemente el nivel de ansiedad por el simple hecho de que les falta el contacto social. También señalan que se han incrementado en un 50% los niveles de depresión. Son datos que nos deberían hacer reflexionar ¿Por qué? Porque la ansiedad lleva al estrés, que es el enemigo número uno del cerebro, de los aprendizajes”.

“Entonces, en las clases es mejor dedicar un rato a bajar el nivel de ansiedad de los estudiantes, aunque no podamos terminar los temarios. Si terminamos los temarios con un nivel de estrés y ansiedad altos, los aprovecharán mucho menos que si no los terminamos con un nivel de estrés menor”, resume.

¿Cómo ayudar a los niños, adolescentes y jóvenes a que gestionen su estrés si los adultos también están estresados? “Es normal que las familias estén estresadas por la cesantía, por la pérdida de familiares, etcétera, pero debemos intentar que los estudiantes no vivan con el nivel de estrés de los adultos. Ahí el rol de los maestros es importante, debemos preguntarles cómo están, ver qué podemos hacer desde nuestra profesionalidad para conseguir bajar ese nivel de ansiedad y mantenerles en el camino de la curiosidad y no en el camino del miedo”, finaliza.