Investigador cuestiona el rol de la industria farmacéutica en la búsqueda de un medicamento para enfrentar el Covid-19

José Luis Abreu, rector y profesor investigador de Spenta University México, participó en una conferencia organizada por el Área Administración de IP-CFT Santo Tomás Viña del Mar.

“Si hoy estamos en manos de la industria farmacéutica, una preocupación que deberíamos tener es saber cuál es la magnitud de la responsabilidad social de esta industria. Lo que uno espera es que tome las decisiones correctas dentro del marco de la salud colectiva y que traiga soluciones a las problemáticas que enfrentamos”. Son las palabras de José Luis Abreu, rector y profesor investigador de Spenta University México, quien expuso en la conferencia “Responsabilidad social de la industria farmacéutica y sus stakeholders en tiempos de coronavirus” organizada por el Área Administración de IP-CFT Santo Tomás Viña del Mar.

En su charla, el investigador venezolano explicó que la relación entre la industria farmacéutica y sus grupos de interés debe ser observada con cuidado, ya que “puede haber conflicto entre intereses de accionistas y de los pacientes, por ejemplo. No estamos hablando de cualquier industria, porque acá está en juego la salud pública, en lo que estamos viviendo está en juego la supervivencia de la humanidad”.

Burocracia y costos de investigación

Reiterando que su intención no era caer en teorías conspirativas, Abreu se refirió a los principales problemas que existen para el rápido desarrollo de un tratamiento para el Covid-19. En ese sentido, dijo que la excesiva burocracia retarda en exceso la llegada de nuevos productos al mercado.

“La burocracia está costando muchas vidas, ahora lo notamos por la pandemia, pero siempre ha existido. El proceso de aprobación de medicamentos en promedio necesita 10 años. Eso es alarmante viendo la cifra de fallecidos por coronavirus, pero también podemos hablar de cáncer, sida y muchas otras enfermedades. Hoy nos llama la atención porque el coronavirus afecta a toda la población del mundo”, dijo.

Otro factor que incide, según el representante de Spenta University México, es el alto costo de la investigación farmacéutica: “el costo promedio para investigar y desarrollar un fármaco es de 2.6 mil millones de dólares. Esa cifra tan alta se explica porque las farmacéuticas siempre incorporan en los costos todas las fallas que han tenido. Por ejemplo, si probaron 100 medicamentos y el 101 resultó, se acumulan los costos de los 101 intentos para establecer los precios de medicamentos, entre otras cosas”.

Francisco González, director de carreras de Área Administración de IP-CFT Santo Tomás Viña del Mar y José Luis Abreu, rector y profesor investigador de Spenta University México.

 Una industria millonaria

Abreu recalca que estamos en presencia de una industria con ingresos millonarios y que una herramienta para generar esas ganancias son las patentes, algo que también cuestionó “porque les permite monopolizar productos, les entrega completa exclusividad. El argumento es que hay que favorecer a la industria porque necesita dinero para hacer investigación, pero eso es algo que muchos autores cuestionan”.

“Las farmacéuticas tienen un control casi absoluto sobre los ensayos clínicos. Tienen el capital para soportar ese procedimiento. También controlan las publicaciones que se hacen en journals con fama de prestigiosos. Hay un control sobre los resultados… eso no está bien para el resto de la sociedad”, añadió.

Por otro lado, dijo que hay que mirar con atención la relación entre las farmacéuticas y los gobiernos, ya que “si algo hemos notado es la falta de acuerdo entre los políticos en los diferentes países. Esto se ha transformado en una guerra política que no se justifica cuando hay gente muriendo día a día como consecuencia de la pandemia. La vinculación política con la industria farmacéutica también origina corrupción y eso complica siempre la situación”.

 ¿Qué se puede hacer?

Abreu sostuvo que han surgido propuestas para facilitar el desarrollo de medicamentos: “las sociedades médicas y organizaciones de pacientes deben unirse para desarrollar una hoja de ruta de investigación clínica centrada en el paciente, en diálogo con la industria, los legisladores y los reguladores”. Citó la Declaración de Helsinki, “porque incorpora valores éticos en la gestión de la salud” y recomendó la Conferencia Internacional sobre Armonización de Buenas Prácticas Clínicas.

“Hay una serie de principios, entre los que está que el eje de todo es la salud del paciente, no es la ganancia ni los ingresos de la industria. Son instrumentos que están muchas veces de adorno y que no se les ha dado importancia”, dijo.

Agregó que otra propuesta es evitar que los ensayos clínicos sean controlados por las industrias farmacéuticas y que lo mejor sería trasladar ese poder a centros independientes, como las universidades. “Yo entiendo que la industria como empresa privada busca la mayor ganancia, pero debe ser dentro de un marco ético. Los centros académicos no deben depender de las empresas, eso no debería ocurrir en una industria en cuyas manos está nuestra salud”.

 Ivermectina y Artemisia Annua

Hablando en específico sobre el tratamiento del coronavirus, el profesional venezolano se refirió al uso de ivermectina. “Me pregunté por qué no se habla de ivermectina y resulta que no tiene patente desde el año 1996. Entonces me llama suspicazmente la atención esa indiferencia, quizás la respuesta es que no haya interés comercial porque la patente es libre y las ganancias bajarían bastante”, cree.

Abreu señaló que también estudió los datos de Estados Unidos, Chile, México y Madagascar en relación a las muertes por millón de personas. “Estados Unidos tiene 597, México tiene 614, Chile tiene 683 y Madagascar tiene 9. La diferencia es muy grande, la pregunta es porqué”, indicó.

“Lo analicé desde la perspectiva del estudio de una planta, artemisia annua, de la que Madagascar es un gran productor. Se usa para la malaria, pero hay estudios que lo usan para el coronavirus. El presidente de Madagascar está usando esta planta como infusión, la distribuye en la población, tiene el respaldo de sus científicos e incluso se enfrentó con la OMS; dijo que iba a tomar sus propias decisiones”, relató.

Para finalizar, comentó que se debería abrir la puerta a investigadores “disidentes” y escuchar sus propuestas para poder tomar decisiones: “no esperemos que la solución nos llegue, busquemos, hagamos algo, informémonos para elegir lo mejor”.