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Derecho UST realiza seminario sobre salud-vejez y sistema previsional en medio de crisis sanitariaAcadémico de Psicología de UST Viña del Mar expone en Primer Foro Internacional de Neuroseguridad Empresarial
Alfredo Sherrington, jefe de carrera en la jornada vespertina, explicó cómo desarrolló el concepto de “Neuroseguridad laboral”, los avances en los últimos años y los desafíos que se enfrentarán en el mediano plazo.
Neuroseguridad laboral es un concepto que se ha expandido por Chile y América en los últimos años, y que tuvo su génesis en el trabajo de Alfredo Sherrington, jefe de carrera de Psicología en la jornada vespertina de Universidad Santo Tomás sede Viña del Mar. Y debido a ese rol fundacional es que el académico fue invitado a exponer en el Primer Foro Internacional de Neuroseguridad Empresarial, ocasión en la que compartió las vivencias de los 13 años que ha dedicado a desarrollar este concepto y su aplicación en el mundo laboral.
Sherrington fue uno de los expositores principales de este encuentro que se llevó a cabo durante todo agosto, convocando a destacados profesionales de distintos países. El docente de UST explicó cómo surgió su interés por esta temática, la relación inicial con la neuroeconomía, los intentos por posicionar el concepto en el mundo laboral y, finalmente, los desafíos que se acercan en el corto y mediano plazo.
“Cuando era estudiante de Psicología me inscribí para ser bombero rescatista, entonces empecé a conjugar esas dos líneas. Me interesaba saber cuál era el perfil psicológico de los rescatistas y qué pasaba con ellos en las emergencias”, recuerda. Luego, el 2007 llegó el acercamiento a la neuroeconomía, “pero aplicada a la toma de decisiones en situaciones de emergencia”.
Neuroseguridad laboral
Así, el concepto fue tomando vida propia hasta acercarse al mundo empresarial y así el año 2011 surgió la Neuroseguridad laboral, definida como “un área de la neuroeconomía que estudia la toma de decisiones en relación a comportamientos seguros de las personas. La idea de fondo es lograr que las personas no necesiten que alguien los esté cuidando porque ellos mismos van a ser capaces de tomar decisiones con las que estén seguros. Porque el problema es que, si no son capaces, requieren que alguien cumpla esa función por ellos”.
El jefe de carrera de Psicología añade que los inicios no fueron fáciles: “cuando le hablabas a las empresas de cómo la neuroeconomía se podía relacionar con la seguridad de los trabajadores, se impactaban para bien o para mal. Y cuando les mostrabas que a través de un electroencefalograma portátil podías medir la actividad cerebral de los trabajadores, a muchos les daba miedo. Los sindicatos nos rechazaban porque decían que les íbamos a manejar el cerebro, a robar las ideas o a aplicar un detector de mentiras”.
Medición de actividad cerebral
Durante los años siguientes el trabajo se enfocó en hacer difusión sobre la relación entre la actividad cerebral y el comportamiento seguro o inseguro. “El problema es que todavía usábamos ideas de la neurociencia, la psicología y la economía. Aplicábamos conceptos que ya existían, pero aún no desarrollábamos investigación”, señala como autocrítica. Las cosas cambiaron a partir de 2015, cuando se empezó a trabajar con empresas y “hacer algunos experimentos que tenían mucho de ensayo y error. Cuando íbamos a una empresa a medir la actividad cerebral de los trabajadores en determinadas situaciones, no sabíamos con qué nos podíamos encontrar ni qué resultados podíamos obtener”.
Entre esos “experimentos”, Sherrington recuerda que “medimos la actividad cerebral de personas mientras realizan trabajo en altura. Comparamos a una persona sin experiencia, a un instructor y a un experto. Vimos que el experto trabajaba casi relajado y que el que no tenía experiencia era el más tenso de todos. Así se podía establecer que el nivel de conocimiento es inverso al nivel de atención”. Otro episodio se realizó con choferes de la locomoción colectiva: “ahí vimos que al conducir su nivel de atención era medio, pero cuando tenían que cobrar el pasaje, su atención se disparaba. Después en las entrevistas ellos reconocían que les gusta manejar, pero les estresa cobrar. ¿Cuál fue el aporte de la neuroseguridad ahí? Hacer visibles procesos que a veces no son conscientes. Si los choferes se ponen nerviosos con el tema del cobro, deberíamos avanzar a sistemas donde ellos no tengan que cobrar el pasaje”.
El futuro, ganbarú e investigación
Ya con 13 años de experiencia en el tema de la neuroseguridad laboral, el docente apunta que el concepto a desarrollar hoy es el de “ganbarú, que significa hacer las cosas con excelencia. Nos dimos cuenta que gran parte de los errores que causaban accidentes se producían cuando las personas hacían algo que no les gustaba. Si algo les gusta, cumplen las normas, pero si no les gusta, aparecen conductas con alta probabilidad de riesgo. Si no les gusta usar casco, en algún momento se lo van a sacar. El desafío entonces es hacer las cosas con excelencia, que significa ser capaces de hacer bien lo que no nos gusta, mantener los niveles de atención. Hay que entrenar a las personas para que puedan hacer eso, para que tengan capacidad de autocontrol para hacer bien su trabajo”.
Y respecto al futuro, Sherrington insiste en que es necesario comenzar a investigar y desarrollar conceptos propios de esta área. “Hay muchas preguntas de base que todavía nos podemos hacer. ¿Se puede medir la seguridad? ¿podemos predecir la seguridad? ¿hay un test para determinar si una persona va a ser segura en el trabajo? Llevamos 13 años recién, estamos empezando a aportar, ya no solo repetimos conceptos, sino que es momento de publicar. Y en eso jugarán un rol muy activo los alumnos de Psicología de UST Viña del Mar, varios se han interesado en el tema e incluso se están desarrollando tesis de grado sobre neuroseguridad. Yo creo que las primeras investigaciones sobre neuroseguridad saldrán de nuestra universidad”.