Liderar como acto ético y compasivo, una apuesta valórica

El liderazgo no  es algo que se impone, el líder se gana el espacio para liderar con su compromiso de servir a los demás y no servirse de ellos. Guiar a otros no es apropiarse de los ritmos propios de cada miembro del equipo, sino de apoyarlos en la ruta hacia una meta común, inspirados en la compasión como lo haría un padre con sus hijos. No se me ocurre mejor ejemplo que el de un “buen padre”, cuando hablamos de un líder compasivo. Dijo el Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti: “El hombre que acepta acercarse a otros seres en su movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más ellos mismos, se hace realmente padre”. Este referente es claramente una idea de que en el éxito del desarrollo del equipo de trabajo en sus potencialidades individuales, reflejará el suyo propio.

La compasión es más que la empatía, la compasión es la percepción y la compenetración en el sufrimiento del otro, el deseo y la acción de aliviar  y reducir al máximo una situación dolorosa y no puede ser más importante en estos tiempos en que han surgido muchos dolores y necesidades, que exista de parte de nuestros líderes la necesidad de acoger y alimentar espiritualmente al grupo de trabajo para motivarlo inyectando en ellos la esperanza y al mismo tiempo el interés de lograr las metas sin miedo al fracaso y la pérdida. En tiempos de pandemia, en tiempos de encierro y muchas veces soledad, cuando hemos sentido incertidumbre y falta de salud, se agradece que un jefe a cargo demuestre una sólida capacidad de contención, que motive con el ejemplo de humanidad por sobre los resultados de grupo, que finalmente resultan buenos, cuando hay espíritu de colaboración y compromiso con el trabajo, ya que hablamos de personas no sólo capaces sino, apasionadas con su que hacer laboral.  El líder  debiera ser una persona ética, que sabe conducir y conciliar los intereses de los seguidores, esto asegurará que el grupo de trabajo no pierda la motivación y se sienta seguro, que a la larga, los hará no solo más productivos sino más felices, que también es una apuesta al esfuerzo fraternal de ocuparse del bienestar espiritual del equipo de trabajo.

Es tan vital en estos días en que el mundo la única certeza que tiene, es que no hay certeza de nada, en que el virus COVID – 19 con sus mutaciones, va poniendo a prueba una y otra vez la templanza de aquellos que tienen esta tarea difícil de dirigir a otros sin perder la fe, sin caer en la desesperación, que exista contención y tolerancia a los distintos tiempos de aprendizaje de los nuevos formatos de trabajo, porque adaptarse a un mundo virtual y complejo de protocolos de movilidad, etc.,  genera un gran estrés y eso limita muchas veces a poder entregar el resultado esperado por lo que se espera esta comprensión de nuestros líderes. No todos reaccionamos de la misma manera y aprendemos en distintos tiempos, algunos más rápido colaborando con los demás, haciendo de esta dinámica, un recurso  que un líder compasivo necesita para mantener a un grupo unido. Dice Carlos María Moreno Pérez, Profesor de Antropología y Ética que:  “…Para ejercer un auténtico liderazgo ético es preciso ejercer con pleno convencimiento las llamadas siete claves “C”; a saber: carácter, coraje, credibilidad, comunicación, conocimiento, compromiso y comprensión. Su asunción plena, junto con la de las tres “H” de humildad, honestidad y humor, nos convierte en verdaderos líderes éticos, unas personas más de la organización que saben reconocer, en el ejercicio del liderazgo, la persona en los demás. ¡Qué importante esta idea!, reconocer al otro u otros en sus derechos, tener sentido ético de lo público, ser responsable por sus actos y asumir una postura neohumanista ante los asuntos de la vida en común. Un líder compasivo es lo opuesto a un jefe autoritario o narcisista. Este tipo de liderazgo está basado en la empatía, en la comprensión y en la capacidad de conectar con cada persona para que pueda dar lo mejor de sí misma. No es una apuesta fácil, pero sin duda es a la larga una decisión ética que generará el compromiso y la lealtad de quienes han sido valorados como personas y profesionales, en tiempos de dificultad tan grandes como los que estamos enfrentando en esta pandemia.

Por:

Mariela Damke Contreras,

Docente Formación General , Santo Tomás.