CONVIVENCIA ESCOLAR
La generación de políticas públicas en educación en los últimos tiempos se ha centrado en promover un abanico de acciones, planes, estrategias y proyectos que atiende la infraestructura, la acción pedagógica, el desarrollo del conocimiento, la convivencia escolar, entre otros aspectos, que los actores del sistema educativo vienen abordando en la mejora de la calidad educativa del país, dándole un sentido más humano desde su propia cotidianidad.
Revisar cómo se ha venido configurando el concepto de convivencia escolar, pasa por interrogarnos sobre: ¿Qué conocemos de la convivencia escolar? ¿Qué entendemos por clima escolar? ¿Qué instrumentos teóricos, legales y referenciales delinean la política para lograr una convivencia escolar efectiva? ¿Cómo se relacionan y reconocen los actores que interactúan en el espacio escolar? ¿En qué se sustenta la convivencia escolar? ¿Qué pasa con las diversas expresiones raciales, políticas, género, sexualidad en el contexto escolar? ¿Cuál es el impacto que genera en la convivencia escolar la participación de la comunidad LGTBI?
Conscientes que nuestro país vive una profunda crisis social, hoy no se encuentra ausente en la discusión la importancia de la educación. La reflexión y reforma educacional ha venido garantizando la educación inclusiva y de calidad para todas y todos los chilenos, se presenta para el debate y reflexión algunas premisas que dan fuerza a la idea de convivencia escolar e inclusión. En este sentido, el ministerio de Educación, a través del documento Política Nacional de Convivencia Escolar (2015- 2019 pp. 22- 30) plantea:
La convivencia escolar se entiende, por tanto, como un fenómeno social cotidiano, dinámico y complejo, que se expresa y construye en y desde la integración que se vive entre distintos actores de la comunidad educativa, que comparten un espacio social que va creando y recreando la cultura escolar propia de este establecimiento.
Los actores de la comunidad educativa son piezas claves para lograr una efectiva y positiva convivencia escolar. Es importante saber que dependerá del conocimiento y la capacidad de cada actor, reconocer e identificar los elementos que ayudan a concretar positivamente un clima escolar agradable, respetuoso y en armonía para transcender en el concepto de la convivencia y posicionar con mucha fortaleza una convivencia fraternal donde la diversidad sea el punto de partida para hacer grandes cambios en la educación individual y de otros sujetos sociales.
El documento mencionado nos da como referencia el concepto de clima escolar dejando en evidencia que:
Es el ambiente o contexto donde se producen las interrelaciones, la enseñanza y los aprendizajes en el espacio escolar y contiene una serie de variables (infraestructura, orden, reglas y normas, tiempo, rutina, planificación de clases, otros) necesarias para la apropiación de los conocimientos, habilidades y actitudes establecidas en el currículum, por lo tanto, su énfasis, características y dinámicas posibilitan o dificultan el aprendizaje.
Ciertamente, todos estos elementos mencionados en el texto citado permiten elaborar reflexiones que nos permitan develar cuáles de estos aspectos se han territorializado, diluidos o están en fuga producto de la falta de conexión entre unos y otros, y así, poder convertirse en la plataforma ideal del proceso de generación de conocimiento y aprendizaje significativos de todos los que constituyen el corpus escolarizado en esta era de la sociedad del conocimiento y la volatilidad con que se producen los acontecimiento producto del desarrollo de tecnologías de la información y la comunicación.
Este escenario permite, entonces, aproximarnos a un tipo de convivencia escolar que pudiera ser efectiva, pero también no muy certera al momento de materializarse en relaciones interpersonales y lo que pudiera representar lo cultural, social, política, sexualidad de sus integrantes. Allí el reto de convivencia integradora sin violencia ni discriminaciones.
Es importante resaltar que las recetas legales y modelos pedagógicos por sí solo, no son suficientes para lograr la integración y armonía en los recintos escolares. El asunto tiene que ver con la participación consciente de todos sus actores, tener la capacidad de tolerar al otro, respetarlo y, sobre todo, estar dispuesto a ser parte de lo que el otro siente y padece. Allí están las líneas directrices que permitirán conectar la experiencia, lo vivido, lo que viviré, lo que vendrá y, ante nada, lo que quiero sentir y proyectar en un ambiente de paz.
Es necesario estar consciente de que el entorno escolarizado lo configuran estudiantes, obreros, profesores, administrativos, directores y apoderados que muestran en su estructura formativa una diversidad de valores que pueden favorecer o jugar en contra al momento de potenciar la convivencia escolar. Por esto es importante reconocernos y reconocer al otro, que no es igual a mí, pero es posible tener puntos de vista comunes o discrepantes. Estamos llamados a convivir en colectivo armónicamente para potenciar nuestra formación y, más que nada, el aprendizaje de nuestros educandos.
Las diversas expresiones que se presentan en la escuela como espacio de encuentro y desencuentro, permite el diálogo entre religiones, género, diversidad sexual y política, con
el propósito de tender puentes que conecten puntos de encuentros para avanzar y consolidar valores éticos-sociales que permitan repensar la concepción tradicional de la convivencia escolar para reconfigurar un nuevo tipo de relaciones sociales que integren a sus actores, logrando ser más sensibles, humanos, críticos y respetuosos de la multiplicidad de miradas existente desde la sociedad actualmente cambiante.
Relacionarse en paz es el cimiento de una convivencia social democrática, la cual debe emanar desde el aprendizaje en el aula, proyectándose como tarea educativa y formativa de todos los integrantes de la comunidad escolar.