Educación Emocional para re-aprender a vivir en sociedad
A través de un correo electrónico dirigido a todos los padres y apoderados de los estudiantes de Quinto Básico, la profesora Francisca pidió ayuda para poder enfrentar la compleja situación de convivencia que atravesaban los estudiantes de ese curso de un colegio en Iquique. “Los niños se paran durante la clase, gritan y no respetan los turnos de unos y otros para hablar. La situación hace prácticamente imposible el desarrollar las clases y no estamos logrando avances en el aprendizaje”, refiere la docente de Educación Básica en su comunicación.
La historia no solo es real, sino común en las escuelas y colegios a lo largo de Chile. La pandemia de COVID-19, los confinamientos y el posterior regreso a la presencialidad han evidenciado que, al interior de las comunidades educativas, existe una importante afectación en la salud mental, tanto de estudiantes como de adultos. Esta afectación se ha expresado en una serie de emociones: ansiedad, estrés, incomprensión, frustración, desvinculación emocional, falta de comunicación; todas situaciones de difícil manejo para los establecimientos y, por supuesto, para las familias.
Las noticias que vemos y leemos diariamente dan cuenta también de altos índices de violencia escolar, frecuentes episodios de acoso escolar, e incluso autolesión. Según el más reciente estudio de la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras, en 2021 las denuncias por maltratos físicos y psicológicos en colegios públicos y privados de Chile pasaron de 3.760 a 5.934 casos, un inquietante aumento de 40%.
Son los jardines infantiles, las escuelas, colegios y liceos los que otorgan a los niñas, niñas y adolescentes el espacio propicio para relacionarse con sus pares, porque son las instancias socializadoras por antonomasia, por lo mismo, la educación emocional ya no solo es un asunto importante, sino que se ha vuelto fundamental al interior de las comunidades escolares. Actualmente existe consenso entre profesionales de la educación, de la salud e investigadores que la educación emocional es un aspecto central para el desarrollo integral del ser humano, que busca aumentar la capacidad de los niños y jóvenes tanto de conocerse a sí mismos, como a los demás. Este aprendizaje busca, a través del sentir emocional, gestionar conscientemente el desarrollo y transformación del bienestar personal y social, en un proceso de crecimiento continuo y sistemático que permite entre otras cosas resolver problemas con flexibilidad y creatividad.
Pero ¿cómo pueden las comunidades educativas contribuir a la educación emocional? La respuesta no es unívoca, sin embargo, con la innovación educativa podemos incorporar metodologías y técnicas asociadas a las propuestas de la educación emocional en nuestra forma de ejercer las prácticas pedagógicas.
A la vez, el mismo espacio escolar presencial (en el que los niños y niñas permanecen 1.039 horas anuales, muy por encima de las 799 horas promedio OCDE, según datos de 2018) ofrece a los estudiantes la posibilidad de interactuar y compartir unos con otros, por ejemplo, a través del juego. Cuando jugamos toda nuestra atención está puesta en el presente, en lograr un objetivo, resolver algo o compartir. La alegría, el relajo y la vitalidad son emociones que experimentamos al jugar.
Estas situaciones benefician el desarrollo social y emocional, reconstruyen las confianzas y otorgan las facilidades para que el proceso de enseñanza-aprendizaje se realice en mejores condiciones, a través de ambientes que favorezcan la aplicación de las habilidades básicas como la atención, motivación, aprendizaje, intercambio y trabajo colectivo.
Por eso, la educación emocional nos brinda una oportunidad única para reencontrarnos y reinsertarnos en una sociedad en constante evolución. Nuestro rol como docentes, como dijera Humberto Maturana, es vivir nuestro educar “de modo que el niño aprenda a aceptarse y a respetarse a sí mismo al ser aceptado y respetado en su ser, porque así aprenderá a aceptar y respetar a los otros”. Y de eso se trata el vivir en comunidad.