Lo bueno de volver: otra cara de una misma moneda
En el último tiempo, hemos visto la forma en que afectaron las nuevas formas de vivir en pandemia. Primero, lidiando con el aislamiento y cuarentena; segundo, adaptándonos al retorno de actividades de manera segura. En ambos casos, las dificultades vividas han remecido la vida socioeconómica, salud física y salud mental, dejando en algunas ocasiones secuelas de las que es necesario hacerse cargo.
Sin embargo, existe otra cara de esta moneda, que sin duda alguna retrata aspectos positivos que han beneficiado poco a poco la conversión a una presencialidad mixta. Así, es posible clasificar los beneficios del retorno a clases presenciales en dos áreas ligadas al aprendizaje: el área académica y área socioafectiva. En primer lugar, desde el punto de vista académico, se crean lazos docentes, estudiantiles y lazos más cercanos que en virtualidad. Este beneficia el proceso de aprendizaje y permite que sean más significativos.
La oportunidad de tener espacios con una mayor comunicación otorga condiciones también de una mejor participación en clase, retomando el desarrollo académico y su ritmo de una forma más saludable. En virtualidad, en reiteradas ocasiones nos enfrentábamos a una participación casi nula, pero ahora en presencialidad mixta ha ido mejorando, debido a las interacciones presenciales y a la reconexión que entrega permitiendo una mayor motivación que se aprecia en la otra jornada virtual. Además, como dice el viejo dicho “la práctica hace al maestro”, este retorno responsable favorece la práctica en los procedimientos pertinentes a las áreas del conocimiento, viendo los contenidos en un ambiente de aprendizaje que apunta al logro del objetivo práctico.
La creación de rutinas, que tanto hemos reforzado últimamente, entrega beneficios en cuanto a la organización personal y creación de hábitos, las cuales generan un agendamiento u orden un poco más sólido. Desde el punto de vista socioemocional, esta motivación es en parte impulsada por sentir una conexión real con su disciplina de estudio, las clases presenciales se ven más reales y cercanas, no tan lejanas como en la virtualidad e incertidumbre, sino que es una posibilidad real que ahora es posible coordinar de manera mixta. Con el acceso a este tipo de aprendizaje se disminuye la desigualdad, ya no hay barreras de conectividad constante, dificultad en el uso de plataformas o tener el dispositivo para usarlas.
En ese sentido, es que los lazos entre compañeros, su contención y apoyo, les permite a los estudiantes compartir sus experiencias entre pares, así como también salir de la casa y del encierro constante les ayuda con las habilidades de socialización. Sabemos que este tema está todavía en proceso, donde incluso desde la OMS se concluyó que en cierta medida todas las personas desarrollaron algún episodio delicado por la pandemia, y retomar la relación con un ritmo de vida presencial trae sus beneficios, a paso consciente, respetuoso con nosotros y nuestros tiempos, sin presiones o prejuicios.
Para que este retorno sea saludable, lo más recomendado es cultivar el equilibrio de una organización personal y los espacios para distracción. Los padres, madres y cuidadores a cargo de jóvenes y niños, podrán ir retomando también sus actividades con mayor seguridad, así como un mayor descanso en la dedicación a los menores, ya que se verá disminuida la esfera de estrés. Entonces, un entorno más sano, ayudará a un retorno más seguro.