Desafíos en Educación Superior: una mirada integral
Nunca imaginamos un contexto como el actual: inseguro, incierto y dinámico. Estábamos acostumbrados a un status quo inamovible y -quizás- acomodadizo, en todos los escenarios de desarrollo. Sin embargo, la realidad hoy en día ha superado la ficción y nos ha traído de vuelta de una manera inverosímil y audaz. Los hechos de estos últimos años, seguramente permanecerán en la memoria colectiva y se relatarán en la historia; el estallido social y la pandemia nos han trastocado y nos han vuelto vulnerables a tanto: a la tristeza, al miedo, a la soledad, a la pérdida, a la enfermedad pero también nos han reencantado con lo nuestro, con el amor, con el valor de las relaciones afectivas, la equidad y la solidaridad. Hemos crecido y reconstruido en sociedad, ejerciendo, de una u otra manera, nuestro derecho a la ciudadanía.
Esta nueva realidad implica también nuevos desafíos y por supuesto nuevos compromisos y competencias, en lo personal, en lo técnico, en lo laboral y en lo social, los cuales deben ser asumidos de manera activa por todas las organizaciones de la sociedad civil, así como también por organismos públicos y privados, independiente de su naturaleza, estructura y objetivos. En el caso del sector educacional y específicamente en educación superior, la responsabilidad social de estas instituciones debe estar en sintonía a las expectativas de los nuevos estudiantes y a las de la comunidad en general, toda vez que es, en este espacio, donde se formarán de manera integral, los futuros líderes de nuestro País. En este sentido, es importante mencionar que actualmente en Chile, las personas que deciden continuar estudios de nivel superior sean estos técnicos, profesionales o universitarios sobrepasan el millón de estudiantes. Según el sitio web mifuturo.cl, el año 2020 un total de 1.151.727 personas ingresaron al sistema de instituciones de educación superior, lo cual implica un desafío y responsabilidad permanente con su proceso formativo más aún en un escenario dinámico y de cambios tan significativos como los actuales. La toma de decisiones a la base del proceso formativo futuro implicará entonces, a corto y medio plazo, transformaciones estructurales profundas, que entre otras acciones conlleven a la redefinición de los proyectos y modelos pedagógicos; rediseños curriculares que debieran incorporan nuevos aprendizajes asociados a competencias transversales y de empleabilidad; adaptación de metodologías y didácticas pedagógicas a un contexto con alto componente virtualizado o híbrido; plan de formación y desarrollo docente actualizado; modificaciones a la infraestructura y equipamiento afín a la visión tecno pedagógica, entre otras. Pero sin lugar a dudas, el cambio más significativo, debiera estar en la línea de la formación vinculada con las necesidades concretas de los territorios y entornos locales, que involucre la conexión efectiva lo largo de todo el proceso formativo de los estudiantes con las organizaciones y comunidades, instancias y espacios en los cuales los futuros técnicos y profesionales fortalecen su vocación pero por sobre todo potencian el desarrollo de competencias integrales y transversales con sentido social, ético y ciudadano, los cuales sólo se evidencian en el hacer y en el con-vivir en espacios participativos, flexibles, multidisciplinares, colaborativos y sistémicos.
Esta formación vinculada con el contexto local, finalmente potenciará en los titulados de instituciones de educación superior, que en el año 2019 alcanzó un total de 197.888 de personas tituladas de pregrado (fuente: mifuturo.cl/sies/), que no tan sólo fortalezcan las competencias técnicas de manera más integral sino que también facilitará la formación de ciudadanos socialmente responsables.