Padres en cuarentena: Autocompasión
¡Mamá, mamá, mamá! Es una de las palabras que más veces escuchas al día en estos tiempos de cuarentena. Nuestros hijos están presentes en cada momento, las 24 horas del día y nos demandan de manera constante. Nos necesitan, nos llaman, nos buscan y no siempre nos encuentran.
Estar en casa era el sueño de muchas mujeres que trabajábamos. Añorábamos la posibilidad de combinar presencialidad con teletrabajo, poder incorporar el trabajo a nuestras vidas y no convertir nuestras vidas en trabajo. Ya los acontecimientos de octubre nos habían invitado a valorar los tiempos en familia, el llegar temprano a casa se había vuelto una buena costumbre y habíamos comenzado a re-organizar este año en torno a metas relacionales. Pero en marzo todo cambió. Un virus letal y desconocido asechó nuestras vidas y nos obligó a funcionar de una nueva manera. En menos de tres semanas aprendimos a saludarnos con distancia, a organizar nuestras casas para continuar trabajando; nuestros hijos dejaron de ir al colegio y las clases comenzaron a ser online. Todo avanzó rápidamente y tuvimos que subirnos a este carro de manera eficiente. El miedo rondaba, pero era tapado con producción. “Había que hacer, no sentir”.
Mientras los noticieros indicaban aumento de casos y medidas implementadas a nivel nacional, en los hogares aumentaban las presiones. No era fácil este nuevo escenario, la ausencia de certezas aumentaba la inseguridad.
Comenzamos a sobrevivir. Cada uno intentó sacar lo mejor de si, cursos de cocina, clases de meditación, gimnasia online, junta con amigos, entre otras, comenzaron a ser hitos de fines de semana. Toda acción que intentara minimizar la angustia e incertidumbre era necesaria. No obstante, de manera silenciosa en cada uno de nosotros, aparecían las pequeñas consecuencias de esta nueva forma de vivir.
La vida ya no sería igual que antes, un duelo silencioso aparecía en nuestro ánimo y formas de mirar lo que nos rodeaba. Una nueva normalidad se hacia presente.
Es ahí cuando mirando a mis hijos, escuchando sus peleas que han aumentado significativamente, y sintiendo que no puedo más, aparece un concepto ancestral, pero que cobra muchísimo sentido actualmente: AUTOCOMPASIÓN. Kristin Neff, psicóloga estadounidense, la define como la capacidad de tratarse con amabilidad, siendo consciente de los propios déficit o aspectos negativos. Una persona autocompasiva procurará buscar su felicidad y su bienestar, aceptando plenamente sus limitaciones.
Todos estamos enfrentando una nueva forma de vivir. Nadie es experto en este momento, todos estamos aprendiendo, y pese a los millones de instructivos encontrados en internet, sobre cómo sobrellevar esta pandemia, esta experiencia y vivencia es única, nueva, personal y ajustada a cada realidad nacional. Te vas a equivocar, te vas a angustiar, te vas a desorganizar, vas a gritar, llorar y reír. Todo es normal, todo corresponde a esta nueva forma de vivir.
Sé sensible contigo, sé compasivo, mira a tus hijos y comprende que ellos también están aprendiendo. Nunca antes habían estado encerrados por tanto tiempo, nunca antes habían dejado de ir al colegio estando sanos, nunca antes habían estado tanto tiempo con los papás en casa.
Todo cambió. Permítete crear, probar, errar, pero por sobre todo, sé amable con tus errores. Ésta es una tremenda oportunidad para aprender desde el instinto, desde el sufrir, desde el estar contigo y con otros y, por sobre todo, desde el poder del afecto.