Tormenta inmobiliaria
El chileno intrínsecamente tiene inserto el concepto de la casa propia, sueño que ha sido heredado desde el nacimiento de nuestra patria joven. Por lo tanto, más de alguno de ustedes ha comprado una vivienda o departamento, o tiene intenciones de hacerlo, o definitivamente ha fracasado en el intento.
Actualmente, los bancos aprueban créditos hipotecarios que no superan el 80%, debiendo considerar como pie el 20% restante, lo que se transforma en la primera dificultad a sortear. Pero, ¿ése es el real problema? Indiscutiblemente, la mirada debería enfocarse también en otros puntos, como el creciente valor que han experimentado las propiedades en los últimos años, factor que no sólo es propio del gran Santiago, sino que también azota a diversas comunas y regiones de nuestro país, haciendo inalcanzable el sueño de la casa propia para algunos, los mismos que deben resistir el alza de precios en arriendos, muchas veces con valores muy elevados. Agreguemos a lo anterior, un creciente descontento social y ahora una pandemia con el temido Coronavirus.
¿Qué puede pasar con nuestra situación económica actual? Sin lugar a dudas, estamos con un mercado laboral deprimido. Además, si consideramos que de acuerdo a datos recopilados en el Informe de Estabilidad Financiera del Banco Central, existe un grupo de pequeños inversionistas inmobiliarios que tienen una segunda casa para arriendo – denominados inversionistas minoristas – que de acuerdo a datos del SII son dueños de poco más del 20% de las propiedades a nivel nacional. Ellos son quienes en importante número acceden a esa segunda vivienda con créditos hipotecarios, teniendo el riesgo que por algunos meses no reciban su ingreso por arriendo en vista del aumento en el desempleo, con el consiguiente riesgo de perder su propiedad.
Aparentemente, se está dando la tormenta perfecta, ya que los ingredientes para establecer una crisis inmobiliaria se están confabulando. A pesar de que se ha resguardado con un restringido acceso al crédito hipotecario, igualmente caminamos por una delgada línea, con precios que siguen aumentando a pesar de la baja en la inversión de proyectos, la creciente cesantía, un virus implacable que amenaza la salud de la población mundial y una sociedad con un descontento en ebullición. Todo esto hace que la frágil burbuja inmobiliaria pueda explotar, generando una mayor crisis económica, social e institucional.