Cuidadores: Una tarea pendiente de la sociedad
No es secreto que nuestra población envejece a pasos agigantados y que la tasa de natalidad cada día disminuye, como resultado de los cambios que han sufrido las generaciones en el pasar de los años, quien han cambiado sus proyectos de vida y prioridades. No es correcto pensar que esta nueva forma de ver la vida de los jóvenes sea “mala”, solo es distinta.
Para hacernos una idea, según el CENSO del 2017, en Chile actualmente viven 18,05 millones de personas, donde el 16,2% corresponde a la población adulta mayor. Si vamos a un plano local, en nuestra región del Biobío habitan 2,037 millones de personas, donde el 12,18% corresponden a personas mayores de 65 años.
Es por este motivo que el SENAMA progresivamente ha realizado cambios en el tiempo para hacer frente a esta realidad, impulsando programas que promueven la salud y el bienestar de estos, junto con potenciar el trabajo intersectorial con el Ministerio de Salud y el Ministerio de Desarrollo Social. Dicho trabajo se ve reflejado y en cierta medida, responde a las necesidades básicas de la población gracias a la intervención de equipos profesionales de distintas disciplinas.
Sin embargo, aún tenemos una tarea vigente. Nuestros héroes sin capa, los cuidadores. Personas multifacéticas que distribuyen impresionantemente sus tiempos para responder a las demandas propias del cuidado de alguien, que puede ser o no un familiar, junto con las que requiere una familia, una pareja, el trabajo, entre otros.
El abordaje de este grupo resulta ser complejo, generalmente es el sector salud quien se hace cargo de ellos, pero tiene que luchar contra los escasos tiempos que poseen y las dinámicas familiares “particulares” que aparecen en estos casos, teniendo que idear una estrategia específica, que permita resolver los problemas específicos que rondan en su vida, en el menor tiempo posible.
Pero, ¿cuál podría ser el error que genera hasta el momento que no podamos ayudar como quisiéramos a nuestros cuidadores? Quizás como sector estamos responsabilizándonos por todas las aristas que componen el tema, ejecutando acciones que deberían ser resueltas por las mismas familias, ya que en ocasiones es solo la falta de confianza en sus habilidades la que genera la necesidad de tener que estar presentes y atender cada dificultad que surja.
Entonces, ¿qué podemos hacer como sector? Seguir potenciando nuestras intervenciones orientadas a la educación y el empoderamiento, para que sean ellos mismos quienes tengan las herramientas que van a permitir resolver sus dificultades, evitando que tengan que depender de nosotros, pese a que no veamos resultados inmediatos. Entendamos que este es un proceso largo y que si nos sacrificamos ahora, veremos los frutos más adelante. “Enseñemos a pescar”.
Por otra parte, ¿qué pueden hacer ellos por su situación? Primero debemos partir por algo fundamental, distribuirse las tareas, permitiendo liberar las cargas sobre una sola persona y dándole una oportunidad de vivir y gozar su vida, en la medida de lo posible, y avanzar hacia sus proyectos personales.
Como familia, permita que este cuidador tenga la posibilidad de realizar actividades de ocio y tiempo libre, que pueda conocer gente a través de una agrupación, o simplemente que tenga su momento de soledad y tranquilidad si es que este lo prefiere. Colabore para que tenga la opción de actualizarse y conectarse con el mundo, manteniendo sus habilidades cognitivas y dándole ejercicio a su mente. Ayuden a este cuidador para que realice actividad física y encuentre ese equilibrio que necesita su vida y que además, le permitirá tolerar las dolencias físicas que lo acompañan diariamente.
Ahora bien, muchas veces estas “cargas” no son necesariamente del tipo físico, si no que más bien, son mochilas cargadas de frustraciones, angustias, inseguridad e incertidumbre con respecto a lo que nos tiene preparado el destino, todo esto reprimido y contenido sin tener la posibilidad de soltarlo o liberarlo gracias a un sentimiento de culpa que oculta la realidad a la persona que necesita de los cuidados.
Si usted vive con un cuidador o conoce a uno, sea el oído que necesita para soltar la rabia y frustración, conviértase en el hombro que recibe la pena, la angustia o transfórmese en el abrazo que nos contiene y levanta cuando el mundo se viene abajo. Por último, volvamos a lo básico y valore los esfuerzos de este cuidador, enaltezca su figura y haga que sienta que los sacrificios que hace no son en vano. Después de esto quizás se dé cuenta, como yo lo hice, que algunas crisis son más fáciles de resolver de lo que uno cree.