Voluntariados permanentes: 365 días para ayudar a las comunidades vulnerables

Distintas organizaciones conformadas por alumnos de Santo Tomás, de norte a sur, trabajan durante todo el año con el objetivo de contribuir a mejorar la calidad de vida de familias en situación de vulnerabilidad.

En el norte del país nació hace tres años la agrupación “Payú”. “El nombre lo puso un niño de cinco años queriendo decir “pa’ ayudar”, recuerda Ángelo Torres Badilla, uno de sus coordinadores.  Son alrededor de 50 personas que destinan distinto tipo de ayuda a la comunidad iquiqueña y sus interiores. Además de estudiantes y exalumnos de las áreas de educación y salud de Santo Tomás, también participan funcionarios de las Fuerza Área y la Armada.

“Prestamos todo tipo de ayuda. Cada mes nos reunimos para coordinar las acciones que vamos a desarrollar. Lo más extremo que hemos hecho es ir a Colchane, casi en la frontera con Bolivia, para ayudar a una comunidad con niños aymaras. También hemos colaborado con hogares de menores, de ancianos y hemos coordinado comedores solidarios para poblaciones vulnerables”, enfatiza Ángelo, estudiante de cuarto semestre de la Carrera de Trabajo Social.

El primer Voluntariado Permanente de Santo Tomás surgió en la sede La Serena hace alrededor de 5 años y desde 2018 que existen en gran parte de las 23 sedes a nivel nacional. “Uno de los objetivos de la creación de estos grupos, es promover en distintas instancias de carácter social donde participan, la capacidad de autonomía, reflexión, como también el pensamiento crítico sobre los problemas que afectan a la sociedad, además de apoyar y desarrollar la formación integral de nuestros estudiantes, generando valor a nuestro Sello Institucional”, comenta Juan Pablo Jacir, Director Nacional de Gobierno Estudiantil y Acción Social de Santo Tomás.

Además, según Jacir, se establecen políticas y recursos para el desarrollo de actividades solidarias, incentivando el compromiso social, como herramienta de transformación, la que “impacta a un número importante de sectores vulnerables, lo que demuestra la empatía y un profundo sentido de realidad social por parte de nuestra comunidad estudiantil”.

Glen Reyes Naranjo cursa su quinto año de Psicología en la UST Santiago y es el coordinador del Voluntariado Permanente de la sede. “Somos unos 30 alumnos de varias carreras. Hemos realizado distintos tipos de acciones, como operativos médicos veterinarios, las chicas de Tecnología Médica han realizado operativos oftalmológicos en la comuna de Alhué y participan también estudiantes de Terapia Ocupacional, Trabajo Social. Enfermería, Psicología y Kinesiología”, explica Glen.

Similar es la iniciativa que desarrolla en La Serena “Manos que Ayudan”, agrupación que preside Vanessa Cortés Santander, alumna de tercer año de Psicología en Universidad Santo Tomás. “Tenemos cerca de 50 voluntarios, no solo de la universidad, sino que también del IP y del CFT. Hemos realizado varias acciones de ayuda, pero ahora último estamos haciendo ruta calle, es decir, le llevamos alimentos a personas en situación de calle”, explica.

“Esto puede durar unas cuatro horas. A veces nos hemos quedado hasta la madrugada compartiendo con las personas”, agregó.

Experiencia inolvidable

Los tres comprometidos jóvenes admiten que al menos una experiencia de ayuda los marcó en lo más profundo de su ser “Me cambió la vida”, confidencia Glen.

Corría el año 2010. Habían pasado solo días de aquel 27 de febrero, marcado por el megaterremoto que azotó la zona centro sur del país. “Me desplacé hasta San Vicente de Tagua Tagua (Región de O’Higgins) para ayudar en la reconstrucción de casas dañadas por el terremoto. Particularmente, me tocó armar una mediagua para un matrimonio de adultos mayores de unos 70 años. Nunca olvidaré que me dijeron que era la primera vez que tendrían un piso de madera. Esas cosas marcan porque uno puede tomar conciencia social de la realidad de Chile”, dijo el estudiante de Psicología.

Por su parte Ángelo también admite haber sido tocado en un voluntariado. “Fue en una comunidad vulnerable de Alto Hospicio. Fue duro por ver a muchos niños inmersos en un ambiente de extrema violencia. Ese tipo de cosas te abren la mente y te permiten entender que, muchas veces, uno se hace problemas por nada. Pero en la vida hay personas que no han visto el mar o nunca han ido a un cine, situaciones que para nosotros son cotidianas”, enfatizó.

Vanessa recuerda con mucha emoción su primer voluntariado. “Yo no sabía ni si quiera martillar. Y el grupo que me tocó me enseñó desde lo más básico. Me marcó porque se generan vínculos que se mantienen hasta el día de hoy”, sostuvo.

Agentes de cambio

Por eso, los tomasinos no dudan en invitar a otros estudiantes a ser parte de las diversas iniciativas de ayuda social que impulsan las instituciones Santo Tomás. Es una experiencia que te marca, que te enseña y que te invita a cuestionarte: ¿por qué no estoy haciendo un cambio social si puedo hacerlo? Una persona es un agente de cambio. Una sonrisa es el mejor pago de la vida”, enfatizó Vanessa Cortés.

En tanto, Glen Reyes manifestó que “ser joven involucra tener múltiples responsabilidades y deberes. Vivir el proceso de voluntariado es acercarles el acceso a los derechos a las personas: derecho a la vivienda, derecho a la educación, derecho de la salud. El universitario es un agente de cambio social, es una persona que puede modificar las condiciones del entorno de otras personas”, aseguró.

En tanto, Ángelo Torres expuso que “hoy en día lo que más se necesita es gente voluntaria, con ganas de hacer las cosas, pero de corazón. Estamos viviendo en una sociedad demasiado individualista. Sé que hay muchos jóvenes comprometidos con temas sociales, comprometidos con cruzadas medioambientales y a ellos los necesitamos. Es una experiencia que tienen que vivir. Solo con dedicarles tiempo podemos cambiar la realidad de una persona”, sentenció.