Es una casa que beneficia a mujeres que se trasladan a Rancagua desde comunas más lejanas para obtener un título técnico o profesional, a la que postulan según su rendimiento académico y situación socioeconómica.

Más de 90 estudiantes han pasado por el Hogar Universitario de Santo Tomás, que nació hace 10 años. La casa en Rancagua tiene cupo para 16 mujeres que provienen de comunas como Pichilemu, San Vicente, Nancagua, San Fernando, e incluso de la Región Metropolitana.

El proyecto nació en el año 2014, como una iniciativa en varias sedes de Santo Tomás, como recuerda el rector de sede Rancagua, Manuel Olmos: “Nos llena el alma y nos sentimos orgullosos por lo que hemos logrado. Somos la única casa que se mantiene y que sigue entregando oportunidades para chicas que muchas veces se ven imposibilitadas de poder cumplir su sueño de tener una carrera”.

El Hogar Universitario depende de la Dirección de Asuntos Estudiantiles de Santo Tomás Rancagua, con apoyo de Paulo Canales, Patricio Cuevas y Víctor Ibáñez de Fundación Progressio – quienes vivieron en hogares de este tipo en su etapa universitaria y son conocidos como los “hermanos mayores” – y la colaboración de las Damas Maristas del Instituto O’Higgins. La organización diaria de la casa está en manos de la “hermana mayor”, que es escogida democráticamente entre las integrantes de la casa, y es acompañada por una secretaria y una tesorera.

«Es una ayuda gigante»

Sara Flores González, estudiante de tercer año de Servicio Social, es actualmente la “hermana mayor”. Lleva tres años viviendo en la casa y es de Pichidegua: “Antes de matricularme, ya me habían hablado de esta casa así que postulé. Si no hubiera quedado, habría tenido que trabajar y estudiar, porque somos solas con mi mamá y no nos iba a alcanzar el dinero para viajar todos los días, además soy de muy lejos, la locomoción es muy mala. Es una ayuda gigante”. Su mamá, Patricia, fue parte del encuentro de familias que se realiza anualmente con las integrantes de la casa y recuerda esos primeros meses de la carrera de su hija: “Fue estresante, me tuve que separar de ella por primera vez, pero era para su futuro y había que apechugar no más. Si no fuera por esta oportunidad, Sara no habría podido estudiar, así que estoy muy agradecida de los logros de ella, porque había que hacer una evaluación, mandar sus notas, pero todo esfuerzo tiene su recompensa. Estoy orgullosa de ella y también de mí, porque la he podido sacar adelante”.

Desde Las Cabras, Isidora Olmos Murillo llegó este año al Hogar Universitario, para estudiar Técnico en Enfermería. Trasladarse a Rancagua le significaría más de dos horas en micro: “Es un apoyo económico y a tu paz mental, es muy agradable. Cuando me decidí a estudiar, tenía que hacerlo, pensé que tendría que adaptarme de alguna forma, que me iba a costar mucho, pero cuando me matriculé, el asistente social me dio esta opción y postulé. Es el triple de mejor que viajar todos los días o el valor de arrendar”. Isidora es la hija mayor y la primera que estudia en su familia, por lo que el Hogar Universitario es también un alivio para su mamá, Elizabeth: “Es una tranquilidad y una seguridad, porque estoy más tranquila porque está con más gente, tiene más contención, va a tener comida”, comenta.

Por su parte, Thais Orellana Valeria, ya egresada de Servicio Social, vivió dos años en el Hogar Universitario: “El primer semestre viajaba todos los días, me levantaba a las cinco de la mañana y estaba todo el día afuera, no descansaba. La casa fue un apoyo maravilloso en un momento en que lo pasé super mal, estuve con depresión, pero gracias a la ayuda de las chicas que estaban en la casa yo salí, me ayudaron harto. Hasta el día de hoy extraño llegar a la casa, ahí yo nunca comía sola, ahora es trabajo y casa, en otra dinámica”. Thais es la mayor de su familia; actualmente trabaja en su profesión y vive en un departamento en Rancagua junto a su hermano, quien también llegó a estudiar a la capital regional desde San Vicente.