Estudiantes de Santo Tomás Rancagua participaron en Trabajos Voluntarios de Verano

En la comuna de Pinto, en la Región del Ñuble, se reunieron los tomasinos de las sedes de la zona sur de la institución, realizando mejoras en las viviendas de la comunidad.

Don Manuel y su perro Monito fueron unos de los beneficiados con los trabajos voluntarios de Santo Tomás. Como cuenta Lorena Manríquez, estudiante de Psicopedagogía de la sede Rancagua, los voluntarios forraron el interior y el exterior de su vivienda: “Para mí es primera vez que voy a un voluntariado, y debo decir que ha sido la experiencia más enriquecedora de mi vida, uno va con toda la actitud para dar lo mejor de sí, pero estamos equivocados, los que recibimos lo mejor del otro somos nosotros. Uno crea lazos tan fuertes que estoy absolutamente segura de que durarán toda la vida, son diferentes manos tomasinas con un mismo corazón”.

Otra de esas manos que ya suma cuatro experiencias en trabajos voluntarios de Santo Tomás son las de Fernando Loyola, estudiante de Servicio Social, que este verano 2022 asumió como subjefe de una comunidad: “La experiencia es inigualable, uno se lleva tantos amigos en la maleta. Es una oportunidad de demostrar lo que se sabe, entregar y ayudar, sobre todo en Servicio Social que uno tiene que dar mucho al otro, conocer realidades, todo lo que tanto te hablan en teoría. El vínculo es tan intenso, es como un reality, hay amor, peleas, discusiones y así se aprende a resolver conflictos, lo recomiendo totalmente”. Fernando tiene planeado continuar sus estudios con la licenciatura en Trabajo Social en la UST de Talca, por lo que espera seguir sumando experiencia en el voluntariado: “Es potente el cambio que genera en tu corazón, que queda bien llenito”.

Devolviendo la mano

Los trabajos voluntarios Santo Tomás se extendieron por cuatro días en el mes de enero. Este verano del 2022 se retomaron después de una pausa de dos años producto de la pandemia. La tradicional actividad reunió a más de 80 estudiantes de las sedes de la zona sur en la comuna de Pinto, en la Región de Ñuble, y otro grupo similar de la zona norte en Montepatria, en la Región de Coquimbo.

Dentro de la zona sur estuvieron voluntarios de la sede Rancagua como Camila Videla, estudiante de Técnico en Odontología, que por primera vez viajó fuera de su Región, desde Nancagua. Para ella, fue una oportunidad de devolver la ayuda que recibió tras el terremoto del 2010, cuando tuvo que vivir en una mediagua por cinco años: “Recordé cuando los militares nos fueron ayudar a armarla y lo difícil que fue vivir esa etapa y me sentí en el lugar de las otras personas y eso me motivó a ir ayudarlos”.

Los voluntarios forraron por completo la vivienda de la Sra. Rosa y su hijo Gerardo, quien tenía una discapacidad mental: “Me siento orgullosa de haber ido y estar con ellos, que nos hayan compartido un poco de su vida y nos hayan entregado la confianza de estar en su casa, fue una experiencia muy gratificante que te hace ver la vida de otra manera, porque es allí donde te das cuenta de lo que realmente sufren y tienen que vivir algunas familias y más cuando hay una discapacidad por medio”, recuerda Camila.

Su compañero de comunidad, Claudio Olave, viajó hasta Pinto en su propio auto, cargado de herramientas: “Siempre he visto que cuando hacen voluntariado se andan consiguiendo cosas, que falta algo, y yo tengo hartas herramientas y sé algo de construcción, así que quise aportar con eso. Incluso, terminamos antes y pudimos ayudar a otras cuadrillas”, recuerda el estudiante de Ingeniería Agrícola.

Claudio retomó sus estudios superiores 20 años después de salir del colegio, así que hace mucho tiempo tenía ganas de participar de una experiencia de voluntariado como ésta y sus expectativas se cumplieron: “Es una experiencia muy bonita, creo que todos deberían vivirla, es enriquecedora para la parte profesional, nos va a tocar compartir con personas de diferentes realidades, saber que hay gente que no prácticamente tiene nada, pero que sigue viviendo”. Al igual que sus compañeros, recomienda a otros estudiantes vivir la experiencia, que en Santo Tomás se realiza dos veces al año, tanto en verano como en las vacaciones de invierno.