Noticia anterior
Libro “Gastronomía Valparaíso” obtiene dos distinciones en los Premios Gourmand World Cookbooks 2017Raimundo Labbé
“Si todos nos alimentáramos como en el primer mundo, necesitaríamos siete planetas Tierra”
Fundador de “Huertas a Deo” fue parte del lanzamiento del Programa Tú Puedes Maule, que ofrecerá asesoría y apoyo a emprendedores de la zona.
Cualquiera soñaría con poder instalarse a vivir en un país del primer mundo. No solo porque parece que la vida allí ofrece millones de oportunidades, sino también porque servicios como el agua potable por ejemplo, son simplemente gratuitos. Entonces ¿qué podría hacer que un joven profesional decidiera dejar todo eso para recorrer miles de kilómetros e instalarse en una pequeña comuna rural de la Región del Maule llamada Pelluhue e impulsar desde allí un inédito proyecto de emprendimiento social que durante tres años le ha cambiado la vida a más de 30 campesinos vulnerables?.
Eso y más le preguntamos a Raimundo Labbé, quien fue el expositor principal durante el lanzamiento del Programa Tú Puedes Maule, un proyecto impulsado por la Dirección Académica de la UST Talca y las Direcciones de Asuntos Estudiantiles y Formación e Identidad, que pretende asesorar y acompañar a emprendedores sociales de la zona.
¿Qué es “Huertas a Deo”?
“Es un modelo de comercialización y producción agrícola que busca crear un modelo que alimente a la mayor cantidad de gente posible, con el mayor valor nutritivo y que beneficie al campesino también. Es un sistema que es sostenible en el tiempo por así decirlo”.
¿Cómo nace esta idea?
“Nace directamente de solucionar un problema. Nosotros identificamos que hay un problema en la agricultura que en un corto plazo habrá un gran problema de la forma en que nos estamos alimentando entonces desde ahí diseñamos una solución. Y el nombre ‘Huertas a Deo’ es básicamente colaboración porque cuando uno viaja a dedo hay un sistema colaborativo y eso promovemos, la colaboración y alianza entre productor y consumidor. En esto ya llevamos tres años”.
¿Actualmente con cuántos agricultores trabajas en este proyecto?
“Estamos trabajando con 30 señoras, lo que nosotros hacemos es capacitar a estos productores para reducir el costo de producción al máximo y que así tengan más utilidad. Y la mejor forma que hemos visto para eso es este sistema de producción agroecológico que trabaja en conjunto con la naturaleza, donde no hay desperdicios porque son los fertilizantes para otros. Eso reduce los costos de producción y nosotros comercializamos estos productor en forma de canastas, ya que es mucho más diverso la cantidad de productos disponibles y se entregan directamente a domicilio”.
¿Qué llevan estas canastas?
“Las canastas varían por temporada, aunque hay cosas que siempre tenemos como las clásicas lechugas, acelgas, cilantro o perejil, pero después va variando por temporada por ejemplo ahora estamos sacando brócoli, repollo, tomates cherry, cebollas, betarragas y otras verduras. En este sistema no hay límites, se puede producir de todo, el único límite es la temporada en la que sale”.
El encanto de ayudar
Tú vienes de Nueva Zelanda, otra vida y otro mundo. ¿Por qué decidiste dejar todo eso e instalarte en Pelluhue?
“Cuando uno se da cuenta de una problemática y cree tener la solución, al final eso es una motivación para seguir con tu idea. Para mí es una solución que ayuda a mucha gente y además mirando al futuro si no existiera esto, en 20 años más podría yo mismo estar mucho más vulnerable. Esta idea me servía a mí, porque era lo que yo quería y me encanta vivir en el campo también. Esta decisión de todas maneras valió la pena. Hay cosas del primer mundo que me encantan y que valoro mucho, pero hay cosas que no van conmigo. Si todos nos alimentáramos como en el primer mundo necesitaríamos siete planetas tierra, y esa cosa se sabe. No es bueno acostumbrarse a vivir así creo yo”.
¿Cuál es el impacto social que tiene este proyecto que tú lideras?
“El impacto social es directamente con el campesino y nuestros clientes. Por el lado del campesino hoy día se están extinguiendo, todos quieren irse a las ciudades y no es rentable la pequeña agricultura. Entonces nosotros estamos creando un sistema de comercialización que sí demuestra que producir en pequeña escala (menos de media hectárea) es factible económicamente y nutricionalmente y al final son beneficios directos para ellos. Mejora su economía y también su salud al sentirse útiles más allá de la edad que tengan”.
¿Y qué pasa con los clientes que compran sus canastas?
“Hoy en día nos compran los clientes que ya tienen esa conciencia social y el interés de alimentarse sanamente, y nuestro desafío es llegar a que nos compren las personas porque digan ‘me llevo esto porque es más barato’. Cuando logremos eso es porque se convalidó el modelo”.
¿Con tu experiencia, cuál es el valor que le das al emprendimiento y la innovación social?
“Creo que actualmente el emprendimiento social es fundamental, porque nosotros llevamos mucho tiempo haciendo emprendimientos sin considerar los daños sociales y sin considerar los daños socio-ambientales, entonces eso ha perjudicado a mucha gente. En África la cantidad de hambruna que hay por el tema de las mineras, por el tema de extracción, entonces especialmente en Sudamérica donde no sabemos si vamos a ser los beneficiados o los no beneficiados con el modelo, es importante que desde aquí empecemos con emprendimientos sociales y ayudar a la gente. Generar economía, pero que ayude a la gente. No tiene por qué ser una cosa u otra, se puede ser exitoso económicamente y ayudar al mismo tiempo, y así los beneficios son aún mayores en todos los sentidos. Es la solución para el futuro diseñar economías que sean sostenibles, es decir que sean rentables, socialmente justas y ambientalmente saludables también”.