El origen etimológico de la palabra filosofía es griego y significa amor por la sabiduría. Este amor por el saber germina porque en que más de alguna ocasión hemos experimentado alguna curiosidad y nos interrogarnos apoyándonos en la pregunta ¿por qué? lo anterior, conecta a esta disciplina de estudio con nuestro diario vivir, es decir, el quehacer filosófico es parte de nuestra cotidianidad y el ejercicio filosófico lo podemos encontrar en la calle.

 

Si bien, las calles son espacios públicos que las personas utilizamos para desplazarnos hacia algún lugar, es también un lugar de encuentro espontáneo o pactado donde desarrollamos una conversión intercambiando diferentes ideas y puntos de vistas, floreciendo numerosas reflexiones, como señala Diana Aurenque Stephan, filosofa chilena, en una entrevista: “la filosofía se pregunta por asuntos que normalmente son considerados triviales […] es un ocuparse de cosas que distan de la necesidad material o de la necesidad biológica y, sin embargo, nos plantea cuestiones y dimensiones que son de lo más necesarias para el ser humano: la pregunta por el sentido de la vida, la pregunta por quiénes somos, el temor a la muerte, la posibilidad del amor, la pregunta por lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, son todas cuestiones que han sido tratadas por la filosofía”.

 

En efecto, cuando escuchamos la palabra filosofía no debemos pensar que es algo que está alejado de lo que hacemos en el día a día, por el contrario, filosofía hacemos en la calle cuando observamos algo, nos inquieta y nos preguntamos ¿por qué es así y no de otra forma? O cuando casualmente nos encontramos con alguna amiga o amigo, comenzamos a conversar y en un punto de este diálogo puede surgir el cuestionamiento ¿por qué las cosas hoy tienen un valor económico más elevado qué antes? Inclusive cuando nos trasladamos caminando hacia algún lugar y pensamos ¿por qué el clima está tan cambiante?  Por lo tanto, filosofía en la calle, es una maravillosa manifestación de que el amor por el saber no está restringido a los espacios educativos institucionales, sino trasciende a nuestras calles y en ellas día a día brotan numerosas enseñanzas.

 

Por Javier Huiliñir Curío, docente Formación e Identidad, Santo Tomás, sede Temuco.