Estudiantes de Postgrado UST son reconocidos con Beca de Excelencia Académica

Con el objetivo de reconocer su mérito y crear un espacio de cercanía, la Rectora Nacional de la Universidad Santo Tomás, Claudia Peirano, encabezó un almuerzo con cinco estudiantes de postgrado beneficiarios de la Beca de Excelencia Académica UST. La instancia marca la primera vez que se organiza un encuentro de este tipo, enfocado en conocer personalmente a quienes han sido distinguidos por su rendimiento y compromiso académico.

A la actividad asistieron también la Directora General de Postgrado, Carolina Ríos, y el Vicerrector Académico de Investigación y Postgrado, Sebastián Rodríguez. Los estudiantes —provenientes de distintas regiones del país— compartieron sus experiencias, expectativas y motivaciones, en una jornada que destacó el valor de la educación continua y el esfuerzo académico como pilares del desarrollo profesional.

Paula Álvarez, estudiante Magíster en Derecho Público, comentó que “académicamente, el programa ha sido espectacular y la calidad docente excelente”, añadiendo que “una de las cosas que más me gustó fue el enfoque jurisprudencial que se le dio al magíster. Todo se analizaba desde el punto de vista de los fallos, de la Contraloría, de la Corte Suprema. Y eso es exactamente lo que hacemos en el día a día: cuando uno va a preparar una demanda, se basa en jurisprudencia, en dictámenes”. “Para muchos fue muy valioso, porque ni siquiera sabían buscar dictámenes de Contraloría. Empezamos desde lo más básico, pero eso fue fundamental”, agregó.

Una experiencia similar tuvo Camilo Rubilar, estudiante del Magíster en Gerontología Clínica Interdisciplinar, quien se reconoció como “tomasino de corazón”: “Entré a estudiar en 2008 y egresé el 2012. Volví a la institución en 2014, pero incluso desde antes ya estaba muy ligado a la universidad. En esos tiempos hacía de todo: limpiaba, trabajaba, gestionaba… Así que esta visión tomasina se me impregnó totalmente, también en la forma de trabajar”.

Sobre lo que le ha tocado vivir en su vida profesional, relató una situación difícil: “Una de las mayores dificultades ha sido lograr posicionar la especialidad dentro del sistema público. Lo más difícil fue justificar la necesidad ante el municipio. ¿Cómo les explicas que vas a comprar un tensiómetro o una camilla si eso es “de salud”? Al principio no lo entendían, pero después empezaron a ver los resultados: la gente mayor no llegaba a los talleres municipales porque estaba deteriorada, y eso los hizo abrir los ojos”.

Para Isabeu Méndez, Doctorado en Estudios Psicológicos y Sociales del Bienestar, uno de los temas más importantes ha sido el “enfoque biopsicosocial sobre todo cuando formamos estudiantes que van a atender pacientes en contextos complejos”, comentando que “lo que más me ha marcado es cómo el enfoque de bienestar puede ser transversal: puedes estar en una consulta ginecológica y aun así trabajar bienestar, contención emocional y vínculos”.

Elisabet Tapia, estudiante del Magíster en Administración de Empresas (MBA), relató que “me di cuenta de que mi experiencia en administración podía ser útil también desde lo formativo. Cuando hice la clase simulada, pensé que me iban a hacer muchas observaciones, pero me dijeron: ‘Tienes buen ritmo, sabes explicar, conecta bien lo que dices con lo que pasa afuera’”.

“El proceso fue agotador, porque estaba cerrando la carrera de Ingeniería Comercial, haciendo el magíster y trabajando. Pero ahora, cuando veo que ya tengo clases asignadas y un plan de carrera docente, siento que valió la pena. La docencia me abrió otra forma de mirar lo administrativo. Antes pensaba en los recursos, ahora pienso en las personas, en cómo una política interna afecta el bienestar laboral. Creo que lo más valioso que me llevo es la conciencia de que liderar también es cuidar”, sentenció.

En tanto Karen Chávez, estudiante del Magíster en Atención Integral para la Primera Infancia (0-6 años), comenta que “algo que me quedó muy grabado del proceso es que el trabajo comunitario es lento, pero profundo. Cuando hicimos el diagnóstico en el liceo, muchos decían que era un problema de disciplina o desinterés. Pero cuando fuimos más allá, vimos que había abandono, situaciones familiares difíciles, pobreza emocional. Aplicamos un enfoque basado en vínculos, y eso cambió todo. Pudimos llegar a estudiantes que no hablaban con nadie. Uno de ellos, por ejemplo, comenzó a asistir regularmente solo después de sentirse escuchado por el equipo”.

“Todo lo aprendido en el magíster me sirvió para sustentar teóricamente lo que hacíamos en terreno. Los docentes fueron muy generosos al darnos herramientas claras. A mí me ayudaron mucho dos en particular: uno que nos orientó en el tema de comunidad y otro en intervención psicosocial”, añadió.