Por José Antonio Bestard, participante de Escuela de Líderes y estudiante de Derecho sede Viña del Mar.

Ha pasado ya un año aproximadamente desde que nuestro país se enmarcó en una serie de cambios sociales, económicos, políticos y culturales, que nos han llevado a un punto que nadie en tiempos “normales” se hubiese imaginado que pasarían. Si tuviésemos la posibilidad de retroceder el reloj, sin duda todo sería distinto, más aún en una sociedad cansada de los abusos, la falta de oportunidades, en donde pareciera que el “pituto” y el “oportunismo” están a la orden del día.

Pareciera que la pandemia nos golpeó en la cara, y claro, los jóvenes han tomado un rol protagónico durante todos estos meses de encierro, en el cual, ellos, han sido protagonistas esenciales de un “nuevo despertar” en la sociedad chilena. Durante este tiempo he sido testigo de cómo cientos de jóvenes han salido de sus comodidades, de esa desconexión del Chile real y han contribuido para generar espacios de cambio a través de valientes iniciativas sociales que han funcionado mejor que cualquier política pública de algún gobierno de turno y que a muchas personas necesitadas les ha ayudado para poder llevar de mejor manera estos tiempos de incertidumbre.

Hace unos meses atrás conversé con un grupo de amigos que viendo lo que pasaba en el país, decidieron generar un cambio y se propusieron ir en ayuda en la medida de sus posibilidades de esas familias que no lo estaban pasando bien. Al haber pasado ya aproximadamente ocho meses desde esa conversación, formaron una red de voluntariado que se ha desplegado por cuatro regiones a lo largo de Chile, ayudando a familias que a causa de la pandemia han perdido sus trabajos y han visto disminuido sus ingresos. A través de sus testimonios, han sido capaces de motivar a más jóvenes a contribuir a construir un Chile mejor.

Muchas veces he escuchado como se mira en menos a los jóvenes, por el hecho de que “no tienen la experiencia suficiente” o “simplemente no saben nada”. Es por esto por lo que, a lo largo de estos meses de incertidumbre para muchos, he sentido que estos tiempos son una nueva oportunidad para levantar nuevos liderazgos jóvenes que sin duda nos hacen mirar esperanzados lo que viene para nuestro país y que hoy en día a los “poderosos de siempre” los tiene más que preocupados, ya que este liderazgo juvenil en diversos ámbitos ha llegado para quedarse.

Finalmente, dependerá de nosotros, de nuestras acciones y testimonio poder ser agentes de cambio y motivar a otros para que avancemos hacia ese nuevo despertar y ese mundo mejor con el que todos soñamos con llegar a tener.