Trastornos Alimentarios en Chile: ¿Lo estamos haciendo bien?

Actualmente, por una parte, la influencia total de los medios de comunicación y la publicidad hacia la imagen corporal, reforzada por la familia, amistades (o compañeros de estudios o trabajo), está generando insatisfacción emocional frente a nuestro cuerpo relacionada al cómo debemos vernos, alejándonos de nuestra realidad (distorsión de nuestra imagen) y de una autovaloración positiva (disminuyendo nuestra autoestima), y tomando acciones para mejorar nuestra apariencia alterando las conductas de ingesta alimentaria.

Por otra parte, en el otro extremo, el exceso de peso afecta a 2200 millones de personas con sobrepeso y obesidad en el mundo, quienes, según los estudios, demuestran dificultades en regular sus emociones, sobretodo en la dificultad de regular la ansiedad frente al hambre/saciedad, utilizando la comida como un ansiolítico.

Considerando que, tanto en lo puede transformarse en una anorexia, bulimia u obesidad, existe el riesgo vital de personas que no han podido regular o equilibrar sus emociones frente a un mundo que cada vez nos presiona y nos exige más.

Con respecto a lo anterior, las cifras en Chile no son alentadoras. Según la Subsecretaría de Salud Pública, las derivaciones y atenciones en salud mental del sector público por trastornos alimenticios aumentaron un 68% entre 2014 y 2018. Junto a esto, los rangos de edades en los cuales se encuentra el peak de estos trastornos, acontece entre los 15 y 19 años y en general, cerca del 6% de la población presenta en algún momento de su vida un trastorno de la conducta alimentaria.

En el ámbito de la obesidad, ya es renombrado el status que hemos obtenido según la OCDE (La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) el cual nos sitúa como el segundo país con mayor índice en esta área. En la población infantil, tenemos las mayores tasas de sobrepeso (9,3%) en menores de 5 años y somos el país con el índice más alto en toda Sudamérica en obesidad femenina (31%). Si bien, en el 2011 el Gobierno de Chile impulsó la política pública bajo el nombre de “Elige Vivir Sano”, que tenía y tiene por objetivo “promover estilos de vida saludables en la población a través de programas, planes e iniciativas en torno a los pilares de: alimentación saludable, actividad física, vida en familia y vida al aire libre”, las cifras solo van en aumento y en el bando contrario, considerando un alto nivel de sedentarismo.

Sin dudar, frente a este panorama deberíamos generar una alarma, sobre todo en la población juvenil, que es aquella que está más propensa a basar su imagen corporal y autoestima en relación a lo que establecen lo cánones del momento, influenciados, mayoritariamente mediante las redes sociales. Incluso, existen grupos de whatsapp en Chile que reúnen a personas con anorexia y/o Bulimia (Ana y Mía) que generan “retos” para alcanzar sus metas o funcionan como “redes motivacionales” para apoyarse entre sí. Añadiendo también aplicaciones como Instagram o snapchat en donde se aprecia la sobreexposición del cuerpo y generando insatisfacción en personas de baja autoestima.

Frente a esto, me surgen dos interrogantes, primero: ¿Estamos al tanto de cómo tratar estas situaciones, que evidentemente van en aumento? Y segundo: ¿Se le ha dado relevancia a los factores psicológicos y emocionales que intervienen en ellas?