Contribución actual de Tomás de Aquino

A Santo Tomás de Aquino varios historiadores le han denominado “maestro del orden” y en estos momentos, en que el orden social sigue siendo necesidad prioritaria, viene bien recibir su orientación para ordenarnos más en lo exterior y lo interior, especialmente por la cercanía con la fecha de su celebración litúrgica, 28 de enero. Dado que él mismo aceptaba la verdad científica o explicación de la realidad sin importar quién la propusiera, con esa actitud quisiera compartir estas reflexiones de un gran pensador, que fue además un gran santo.

El orden es la adecuada colocación de algo, por la que se prioriza lo más importante y a continuación lo siguiente con vistas a lo que se busca o pretende. Hay un orden en la naturaleza, como el sucederse de los días y las noches o de las estaciones, o el del ciclo vital; y otro que nosotros, en la calidad de personas inteligentes otorgamos a las actividades y a las cosas, como el profesional que ordena su actividad laboral para dar término a las tareas más urgentes sin las cuales no se puede avanzar, o el que organiza cualquier actividad para que resulte exitosa.

Pues bien, para establecer ese tipo de orden es necesario identificar con claridad el criterio ordenador o fin que se persigue y consecuentemente los medios más adecuados para tal objetivo. En ese sentido, para ordenar se necesita la inteligencia práctica, es decir, la capacidad de razonar desde lo prioritario y de aplicarlo a la toma de decisiones; y es justamente la virtud de la prudencia la que permite discernir y escoger rectamente los medios. Esto ayuda a distinguir medios adecuados de los que no lo son. De ahí que no todos los medios sean igualmente razonables ni adecuados. Y eso responde a algo absolutamente crucial y que el Aquinate señala con fuerza: y es que toda acción en la que ponemos en juego nuestra libertad, que se sirve necesariamente, tanto de la inteligencia como de la voluntad, tenga un peso y un sentido moral.

Retomemos nuestra reflexión. Es conocida la frase atribuida a Maquiavelo de que “el fin justifica los medios” por la que se justifica o valida cualquier tipo de medio con tal de conseguir lo que se busca. Para Tomás de Aquino y los filósofos clásicos, sin embargo, se debe discernir también sobre la moralidad de los medios, pues no cualquiera es válido para conseguir el fin: por ejemplo, aunque sea por un pretendido buen fin, no es legítimo matar a un inocente, ni violentar o coaccionar a personas, ni vandalizar espacios ni tampoco obras públicas ni privadas. En ese sentido, la prudencia como virtud cardinal nos ayuda a ordenar y discernir, especialmente en momentos de desorden o de caos, sin dejarnos llevar de impresiones o pasiones que pueden cegar y hacen perder la objetividad.

Todos necesitamos de esta virtud, no sólo los gobernantes, pues todos debemos tomar decisiones en algún momento y tenemos cierta autoridad en algún ámbito social o personal. En relación con el fin de una sociedad, que es la búsqueda conjunta del bien común, la prudencia ayuda al gobernante a discernir, como condición para todo lo demás, los medios más adecuados para lo más importante y fundamental: que es una

convivencia en paz.

La paz es fundamental para el orden social, porque sin ella no es posible ninguna relación adecuada en la sociedad. Por eso es la base del bien común y la autoridad que vela por este debe poder asegurar este mínimo con las medidas adecuadas, siempre razonables y en concordancia con la dignidad de la persona.

Por eso: “se precisan tres requisitos para que la sociedad viva correctamente. El primero es que la sociedad viva unida por la paz. El segundo es que la sociedad unida por el vínculo de la paz sea dirigida a obrar bien […]. En tercer lugar, se requiere, por la diligencia del dirigente, que haya suficiente cantidad de lo necesario para vivir rectamente” (Suma Teológica, II-II, q.58, a.9, ad 3).

La paz es producto del orden, y, por su parte, el orden genera paz. Pero no se improvisa: hay que quererlo con eficacia, fortaleza y hasta con valentía.

Y este recordatorio de un pensador que supo leer con tanta profundidad en el corazón del ser humano, tiene especial actualidad.