Volver o no volver… that’s the question?

Desde hace exactamente 1 año y 5 meses, la realidad y cotidianeidad educativa de Chile y el mundo dieron un vuelco impensable producto del COVID-19, especialmente en la modalidad de clases y esta nueva virtualidad de sus procesos. En el intertanto, hubo intentos infructuosos de volver a la presencialidad en algunos establecimientos educacionales básicos y secundarios, sin embargo, aún no estábamos listos para ello: el virus aún circulaba fuertemente y la vacunación de la población era aún incipiente. En cuanto a la educación superior, aquellas asignaturas prácticas pudieron finalizar extendiendo los normales calendarios académicos.

Actualmente, el proceso de inoculación ha avanzado muchísimo y, de acuerdo con el calendario del Ministerio de Salud, el rango etario objetivo son los adolescentes, lo que permitiría un regreso a la presencialidad en establecimientos secundarios y superiores con mayores estándares de seguridad, sumado a las medidas que cada establecimiento implemente.

Pero ¿cómo volver a la presencialidad sin que se vuelva un martirio? Probablemente, vemos a nuestros hijos o estudiantes preocupados por este retorno, cansados por un intenso primer semestre o, con algunos signos de ansiedad al no saber cómo compatibilizar esta nueva modalidad, posiblemente híbrida. Aquí entregamos algunas sugerencias para enfrentar este panorama:

  • Reforzar aspectos como la organización personal y hábitos de estudio. Nunca está demás utilizar agendas, week planners o incluso el teléfono para registrar nuestros compromisos, espacios de distracción y descanso. En caso de menores, se pudiera realizar una planificación semanal de las actividades junto a los padres.
  • Realizar, en lo posible, todas las actividades y compromisos académicos establecidos en nuestra planificación semanal. Siguiendo este orden, podremos disfrutar sin problemas de momentos de relajo: ver una película, hacer deporte, salir a un parque cercano, etc.
  • Establecer horarios para levantarse y acostarse, regularizando de a poco la rutina de sueño, así evitaremos desvelos y despertares con poca energía. En este punto, es importante limitar el uso de celulares o pantallas al menos una hora antes de dormir.
  • Una vez terminada la jornada, analizar aquellos aspectos que pudieron causarnos nerviosismo, ansiedad, estrés o incluso molestias estomacales durante el día, o ver si estos se presentan al momento de llegar a casa. Nunca descartar la posibilidad de acudir a un profesional especialista si estas conductas son recurrentes.
  • Estar atentos a dificultades de aprendizaje que puedo identificar en mi desempeño normal, de modo de pedir ayuda a tiempo, a tutores, docentes, o algún otro profesional afín.
  • En lo posible, planificar como grupo familiar los traslados hacia o desde la casa de estudio, para así evitar tomar el transporte público y las aglomeraciones.

En ese sentido, es totalmente comprensible que los padres aún estén reticentes frente a la vuelta a clases presenciales por miedo a los contagios, sobre todo si en el hogar se convive con niños pequeños o adultos mayores y, frente a esas situaciones, cada grupo familiar debe analizar y decidir libremente cómo abordar la presencialidad. Por otro lado, no debemos minimizar la decaída en la salud mental de nuestros adolescentes, de los cuales, muchos han presentado episodios de angustia, estrés e incluso, actitudes autodestructivas. De allí, sea cual sea la modalidad de clases que se adopte en nuestros hijos o estudiantes, debemos crear y mantener un constante espacio de escucha activa, conversación franca y, contención frente a situaciones que puedan causar confusión o ansiedad.

 

Carolina Mariño Aravena
Directora Centro de Aprendizaje
CFT Santo Tomás Puente Alto