En nuestro país durante la temporada estival (primavera-verano) es frecuente escuchar hablar sobre el virus Hanta, enfermedad infecciosa detectada en la década de los 90’ en Chile y producida por el contacto con fluidos de roedores silvestres, principalmente del roedor Oligorizomys longicaudatus más conocido como el ratón de cola larga, cuya presencia se ha detectado desde la región de Atacama hasta Magallanes.

El contagio en los seres humanos se da por la inhalación de aerosoles provenientes de las heces, orina y/o saliva de los roedores portadores del virus, ya sea, por respirar aire con estos fluidos, ingerir alimentos o agua contaminada, contacto directo con ratones infectados y/o sus secreciones o ser mordido por un ratón enfermo. Cabe destacar, que la infección por vía respiratoria en lugares abiertos, expuestos al viento y al sol son poco frecuentes.

Se sospechará de un Hanta virus en caso de fiebre, cefalea, dolores musculares y/o síntomas gastrointestinales en personas que tengan antecedentes de riesgo como; residencia, excursiones o trabajo en áreas rurales, contacto con roedores silvestres y/o sus secreciones, desmalezar, limpiar lugares deshabitados o contacto con persona confirmada con Hanta virus.

La sospecha de esta infección es considerada una emergencia por su rápida evolución a estados de gravedad extrema, ya que puede producir el “Síndrome Cardiopulmonar por Hantavirus (SCPH)” y provocar la muerte.

Prevenir es la clave para evitar el contagio, por lo que se recomienda: utilizar mascarilla al desmalezar, limpiar casas, cabañas o bodegas deshabitadas; ventilar (abrir puertas y ventanas) al menos unos 30 minutos antes de limpiar lugares que han estado deshabitados; mantener los alimentos y agua fuera del alcance de roedores, almacenar en contenedores herméticos; mantener la basura doméstica en recipientes cerrados; desratizar y cortar pastizales cercanos a viviendas; y, a las personas que acampan o realizan excursiones al aire libre en zonas rurales, transitar por senderos habilitados, evitar recolectar leña o frutas silvestres, dormir en lugares limpios y utilizar carpas con piso y completamente selladas.

A la fecha, no existe un tratamiento específico para esta enfermedad, por lo que la prevención y el autocuidado es el arma principal para poder atacarla.