¿Estamos preparados para enseñar y aprender en línea?

Cuando se registraron los primeros casos de Covid-19 en el país a mediados de marzo, coincidió con el inicio del año académico, por lo que las instituciones de educación se vieron forzadas a incorporar el uso de la tecnología en el desarrollo de las clases a distancia.

El Ministerio de Educación lanzó un sitio con textos escolares digitales de todas las asignaturas, recomendaciones y orientaciones, recursos y más de 10 mil libros para que los escolares estudien desde sus propias casas. Por otra parte, las Instituciones de Educación Superior rápidamente tuvieron que sistematizar el uso de sus aulas virtuales y plataformas de videoconferencias.

Las principales dificultades que han surgido en este proceso de aprendizaje en línea han sido el conocimiento de los docentes sobre el uso de tecnología y la conectividad por parte de los estudiantes. Desde el Ministerio de Educación se dio la facilidad a los estudiantes que no cuenten con acceso a internet desde sus domicilios, para seguir el plan de trabajo mensual dispuesto de forma física a través de sus textos escolares. En el caso de las Instituciones de Educación Superior, estas han capacitado a sus docentes en el uso de las nuevas herramientas tecnológicas y entregado becas de conectividad y equipos computacionales en préstamos a los estudiantes.

El desafío más complejo en la implementación del aprendizaje en línea para las Instituciones de Educación Superior ha sido la gestión del conocimiento por parte de sus docentes, ya que estos últimos son los encargados de desarrollar la interacción en el aula con los estudiantes. Para ello, los docentes han tenido que poner en marcha la creatividad para enseñar en sus respectivas disciplinas y relacionarlo con el conocimiento tácito y Know-How que poseen sus estudiantes.

Además, las Instituciones han tenido que incorporar diferentes estrategias para desarrollar las asignaturas que son de carácter teórico y/o práctico. Algunas de las estrategias utilizadas han sido la creación de “semanas de pausa”, en donde se busca descansar de las video clases o laboratorios virtuales, y realizar otras actividades formativas que permitan avanzar en contenidos complementarios o profundizar en algunos temas que resulten críticos. Estas actividades pueden ser de lectura, trabajos grupales u otras equivalentes. Dichas actividades son solicitadas y supervisadas por los docentes de asignatura. Otra estrategia utilizada es la extensión del calendario académico en aquellas carreras y/o asignaturas en las cuales es imposible virtualizar el contenido de las mismas, buscando de esta forma asegurar el cumplimiento de los resultados de aprendizaje de todas las asignaturas impartidas y que las actividades prácticas se lleven a cabo íntegramente en cuanto la situación sanitaria del país lo permita.

No se puede ignorar el estrés que ha generado tanto para docentes como estudiantes el compatibilizar la vida familiar y laboral, estando actualmente enseñando y estudiando desde sus hogares. Las clases a distancia exigen a los docentes compromiso y mayor organización de los aprendizajes y por parte de los estudiantes motivación y autodisciplina. Es aquí donde resulta fundamental poner en práctica el capital estructural por parte de los docentes y ser capaces de compartir buenas prácticas para incrementar la participación de los estudiantes en las respectivas asignaturas.

Más allá de las dificultades, es importante reconocer que las plataformas virtuales son una herramienta indispensable para desarrollar el acercamiento virtual entre docentes y estudiantes en tiempos de pandemia.