En los recientes indicadores entregados por el INE, se esperaba una variación de IPC para el mes de mayo de 1,5%, pero fue de 1,2%. Si bien va disminuyendo en los últimos meses, de todas maneras, es una cifra altísima.

Si uno hace un estudio de la historia económica, en los años 80, pasar de una variación del IPC del 30 a un 3% nos llevó aproximadamente 10 años. El fenómeno que estamos viviendo no es algo que tenga una mejora de respuesta automática.

En el ámbito interno, todavía acarreamos las consecuencias del exceso de liquidez que se dio por los retiros, pero también lo que está pasando a nivel internacional con el precio del dólar y la guerra entre Rusia y Ucrania que ha hecho subir los precios en distintos ámbitos, como alimentos y combustibles. Estamos en un escenario complejo, que no da descanso a las tendencias al alza, lo que se refleja en la inflación.

Por su parte, el salario mínimo tiene que ir ajustándose y debería mantener el poder adquisitivo, los reajustes deben ser del orden de lo que va variando la inflación y ojalá un poco más para que la gente recupere esa pérdida de poder adquisitivo. Si los salarios se reajustan todos los meses se genera “indexación”, es decir, el aumento en los salarios presiona a un aumento en la inflación; si los suelos se ajustan mensualmente, aumentarán en lo que lo hace la inflación aumentando las presiones inflacionarias y así sucesivamente. Es por eso que los sueldos se reajustan cada seis meses o cada un año y eso evita esta indexación. Por eso, es complejo técnicamente asociar mensualmente una variación del IPC, porque eso aumenta también la capacidad de compra de las personas y presiona más los procesos inflacionarios que estamos viviendo.