Psiconutrición: Contención emocional en tiempos excepcionales

¿El estrés de mantenernos en casa afecta las conductas alimentarias de la población? Las emociones mal manejadas generan mayor cantidad de cuadros de ansiedad, gatillando el comer compulsivo o atracones diurnos o nocturnos.

A 3 meses de cuarentena, el estado de aislamiento está pasando la cuenta a la población chilena. Practicamente el 100% de las familias han debido cambiar sus rutinas, modificando de acuerdo a sus posibilidades los espacios físicos para enfrentar principalmente el teletrabajo.

Junto a los estudios online, que exigen de orden y actitud para disponer de buenas horas frente al computador, la autoexigencia aumenta si se espera realizar algo de ejercicio, mientras se prepara una comida.

La Psiconutrición, como propuesta de intervención para la salud, observa la relación entre las emociones, creencias, pensamientos y vivencias de estrés, con el peso, imagen corporal, alimentación y los signos y síntomas de patologías nutricionales. Por tanto, el periodo actual presenta una suma de componentes que son de cuidado. Entre ellos, principalmente, las emociones.

Las emociones son parte de nuestra naturaleza humana, nos ayudan a distinguir el impacto de lo que nos ocurre, pensamos o recordamos. No necesitamos reprimirlas, ni taparlas o hacer como que no suceden. Por el contrario, es importante reconocerlas, distinguirlas (nombrarlas), validarlas y aprender a expresarlas adecuadamente.

La no expresión o gestión de ellas se puede sentir como ansiedad, angustia, hambre, falta de apetito, entre otras.

Las rutinas se han visto alteradas y, por ello, estos tiempos de confinamiento se podrían estar viviendo con altos grados de estrés. En algunos casos, se abren conflictos congelados. En otros, se despiertan nuevos conflictos entre los componentes de un núcleo familiar, parejas, vecinos o simplemente consigo mismo. Probablemente, en esta Pandemia, una emoción común y compartida por muchos es la sensación de pérdida.

Sin saberlo, nos enfrentamos a un tipo de duelo, la falta libertad, la pérdida de salud, el contacto físico, la ausencia del lugar de trabajo, la rutina o el salario. Otra emoción muy a flor de piel es la inseguridad, este derrumbamiento de la normalidad, la falta de referentes, la inseguridad vital, como sea que cada persona lo nombre.

Por un lado, el duelo o la pérdida provoca tristeza, que es una emoción poco reconocida y expresada como tal. Mientras que en cada persona la inseguridad genera sensaciones difíciles de definir, a veces confundida por rabia, irritabilidad, sensación de desprotección, ganas de comer o falta de apetito.

Independiente del contexto de Pandemia, estas dos emociones pueden desencadenar cambios importantes en las rutinas alimentarias, especialmente en casos con predisposición a subir o bajar de peso, o controlar y controlarse por medio de la alimentación. En efecto, tienden a agravarse en condiciones como las actuales.

Desde la Psiconutrición sabemos que las desregulaciones emocionales -todavía más las no dichas- ocasionan conductas, signos y síntomas que pueden conducir a un aumento de peso o a algún trastorno alimentario, por efecto del comer como función psíquica. Dicho de otra manera, la psiquis no puede hacer su trabajo de evaluación e integración del sentido de la experiencia vivida.

En consecuencia, es de suma importancia contar con espacios para expresar y sentir lo que el cuerpo grita. Siempre el cuerpo reacciona, no importa de qué manera, porque ante todo cada emoción tiene una manifestación psiconeurofisiológica, de modo que motiva y organiza la conducta.

Por ejemplo, comer más o dejar de comer podría significar la presencia de dichas emociones.

Confiamos en que es posible vivir este tiempo de confinamiento de manera saludable en la medida que no nos aislemos mental y emocionalmente, sino que nos permitamos mirar sin burlas el miedo que genera la inseguridad o la tristeza del duelo. Éste es uno de los grandes aprendizajes en estos tiempos de Pandemia.

Siempre es posible abrir conversaciones honestas en nuestros entornos, proponiendo una real comunicación para ser nosotros mismos. Recibir al otro como me gustaría ser recibido y sólo escuchar, ya que la emoción no necesita consejos, sólo permiso para ser expresada. Es tiempo de una profunda reeducación emocional que nos permita nutrirnos de mayor aceptación y amor por ese gran ser humanos que somos.