Ricardo Quezada Betanzo, capellán de UST Concepción

“Un sacerdote joven ve las preocupaciones y esperanzas de sus pares de mejor manera”

El religioso está feliz con su tarea en esta casa de estudios, donde apoya y forma a jóvenes como él, sencillos y felices con lo que aprenden y hacen.

Tiene 29 años, pero su risa transparente y ánimo inagotable lo hacen ver incluso más joven, recorriendo los pasillos de Santo Tomás, conversando con quien se encuentra e invitando a la Misa de cada viernes.
Siempre tiene una anécdota entretenida para contar; los chistes le fluyen naturales casi tanto como las frases del Evangelio, que interpreta para enseñar, explicar o simplemente calmar a quien lo necesita. “Dios te quiere”, repite y la sinceridad de su frase se siente.
Ricardo Quezada Betanzo cuenta que su vocación comenzó a los 16 años, cuando participaba de las actividades pastorales de una pequeña parroquia en Lirquén, en la comuna de Penco. Integraba el grupo de jóvenes y prestaba servicio de acólito, acompañando al sacerdote en el Altar al momento de la Misa. “Era un joven más, uno más de los que nos reuníamos en torno a la Fe” cuenta entusiasmado.

Habla de sus amigos con mucho cariño. “Hoy algunos somos curas, otros son profesionales y otros ya están casados… Lo que nos marcó a todos fue creer en algo importante, que fue forjando nuestra amistad hasta el día de hoy”, relata.
Tras terminar sus estudios en el liceo Comercial Insuco, establecimiento no católico de Concepción y a los 16 años, decide dedicar su vida a Dios y no se arrepiente.

“Me considero un joven como cualquiera, con los mismos problemas, dudas, dificultades. He descubierto algo que es tan grande que no lo quiero soltar, pues me da la fuerza necesaria para continuar avanzando en la vida: la capacidad de creer, de confiar, de decir quién es Dios, y de creer que Dios es Dios conmigo.”, subraya.

¿Cómo fue tu camino para llegar a ser sacerdote?
-La formación para ser cura comienza antes del seminario, en la etapa de discernimiento que todos los jóvenes deberían hacer. El período formal de estudios es de siete años. Yo lo realicé en el Seminario Mayor, desde el año 2006 al 2012.
El ciclo de formación se divide en dos períodos basados en los estudios: Filosofía y Teología. Durante todos esos años el sacerdote se debe ir formando en 4 dimensiones que son fundamentales: La formación intelectual, la dimensión humana-comunitaria y finalmente la formación pastoral. Todos estos procesos son sumamente cuidados y supervisados, evaluando constantemente al candidato y suponiendo honestidad por parte de quien quiere ser sacerdote.
Luego de mi formación, el Obispo me destinó como vicario (sacerdote adjunto de una parroquia) a la comuna de Lebu, donde también me pidió hacer un Diplomado en Filosofía Política y Social con el fin de contribuir a la realidad social de la Iglesia. El año 2013 fui ordenado diácono en tránsito a las órdenes sagradas y el 5 de septiembre del año 2014, fui finalmente ordenado sacerdote para la Iglesia de Concepción. En 2016 fui destinado a la parroquia de Curanilahue y actualmente colaboro en la parroquia La Candelaria de Tomé.
¿Cómo vives el ser joven, disfrutar cosas de joven, siendo sacerdote?
-Fui ordenado sacerdote con 27 años de edad. Ingresé al seminario con 17 años. Puedo decir que he pasado gran parte de mi vida en torno a la Iglesia.
Los desafíos que el mundo de hoy presenta a los sacerdotes jóvenes van de la mano con el contexto social en que se encuentra la mayoría. Un sacerdote joven es capaz de estar en medio de las dificultades actuales, sobre todo de sus pares, descubrir sus problemas, preocupaciones, vislumbrar sus mismas esperanzas, descubrir los que a otros les atrae de una manera mucho más fácil y es ahí, precisamente, donde tiene que insertar el mensaje salvador de Dios, de manera sencilla pero eficaz, con el mismo lenguaje y con la misma cultura actual.
¿Qué haces en tu tiempo libre, en qué te entretienes?
-Son varios mis intereses personales. Sin duda el principal es la vida comunitaria y social que se da en una parroquia, pues ahí descubro como Dios existe en verdad, en el testimonio de muchas personas que deciden buscar lo divino y lo encuentran.
También tengo otros pasatiempos que van muy ligados a la pastoral que realizo, como la planificación de actividades, los medios de comunicación, los encuentros comunitarios con jóvenes y adultos.
Creo que es necesario y fundamental no andar corriendo por la vida, por eso y en compañía de amigos voy al cine, almorzamos en algún lugar, soñamos con cambiar el mundo, hablamos de temas contingentes. Escribo algunas columnas de opinión, leo el diario en internet, soy fanático de Netflix con series de acción y drama, cine arte. Creo que todo es necesario y que nada es perder el tiempo.
¿Cómo ha sido este tiempo como capellán de Santo Tomás Concepción?
-El año 2016 el Obispo y la universidad me pidieron asumir la tarea de ser capellán, desafío que asumí gustoso. Durante este último tiempo nos hemos dedicado, junto al equipo de pastoral, a conocer la universidad, a hacer presencia en cada tema y en cada realidad. Hemos tratado de estar siempre disponibles a lo que nos pidan. Si bien soy sacerdote, soy consciente también que soy parte de un equipo que quiere mostrar y hacer presente a Dios en medio de los estudiantes, docentes y colaboradores. No se trata solo de andar con la biblia anunciando a Dios o de hacer solo misas, sino que mi tarea fundamentalmente es acompañar, escuchar, aportar y estar ahí cuando cualquiera lo necesiten.
¿Cuál crees que ha sido tu aporte a esta casa de estudios, a sus estudiantes?
Mi aporte personal, seguramente será ninguno. El aporte que podemos hacer todos, es lo que buscamos. La pastoral siempre va a depender de aquellos que se consideran parte de la universidad, ya que hacer pastoral es hacer comunidad, y la comunidad se basa en que todos nos unimos en una misma mirada. Que nuestros gestos hablen por sí solos, que nuestras sonrisas nos delaten, que todos -desde el auxiliar de servicios, el estudiante, las secretarias, los docentes, los directivos- digamos que hemos encontrado algo que es tan bonito que queremos transmitirlo a los demás.

capellán en misa

Padre Ricardo Quezada Betanzo

“Necesitamos levantar las miradas tristes, agotadas, agobiadas y estresadas y verlo a Él, el Dios que todo lo puede y que nos transmite un amor inigualable”, subraya el capellán de la sede Concepción.