Madre e hija comparten las aulas de Trabajo Social en Santo Tomás Chillán y pronto serán colegas

Compartir una sala de clases, trabajos y horarios es la experiencia que una mamá y su hija han vivido como estudiantes del Instituto Santo Tomás Chillán. Para ambas fue una experiencia nueva en la que contaron con el apoyo de sus amigos, familiares y profesores.

Compañeras en el Instituto. Madre e hija en la casa. Es la historia de Pilar Santander y Fernanda Saavedra, estudiantes de Técnico en Trabajo Social del Instituto Profesional Santo Tomás Chillán, quienes ya cursaron los cuatro primeros semestres de esta carrera como compañeras de curso y ahora se preparan para iniciar el próximo año su práctica laboral.

La experiencia de estudiar una carrera técnica era nueva para ambas. Pilar, la mamá, había terminado recientemente su enseñanza media cuando decidió ingresar a Santo Tomás Chillán el 2016. Fernanda, la hija, decidió sumarse a este desafío.

El primer semestre vivieron la experiencia por separado: eligieron horarios y secciones distintas. Sin embargo, el segundo semestre decidieron seguir adelante como compañeras, lo que les permitió hacer los trabajos en conjunto y compartir horarios. Si bien estudiar juntas fue una muy buena experiencia, al principio no fue tan fácil para Pilar, ya que existía la inquietud de enfrentarse a una experiencia nueva, compartir con una generación distinta a la suya y asumir tareas que hace mucho tiempo no realizaba.

“Mi mamá tenía muchas ganas de estudiar pero al mismo tiempo temía que le resultara muy difícil. Afortunadamente los profesores la motivaron a seguir adelante y eso fue fundamental”, dice.

Preparándose para la práctica laboral de Trabajo Social

El esfuerzo y organización que cada una puso en este desafío de estudiar tuvo sus frutos: fueron avanzando hasta llegar hoy al término de su cuarto semestre. Están ahora preparando sus exámenes para luego concentrarse en la práctica laboral que deberán realizar el primer semestre de 2018.

Durante la vida como estudiantes enfrentaron la tarea de ser en el Instituto sólo compañeras, dejando los roles madre e hija para la casa. Asumieron esa tarea y les fue bastante bien. Cuenta Fernanda que normalmente a quienes las conocían les llamaba la atención que fueran mamá e hija, preguntando por cómo llevaban esa relación y cómo hacían para no mezclar los temas. “Siempre nos llevamos bien, no hubo problemas, y eso es porque respetamos nuestros espacios”.

A la par de la vida estudiantil, ambas participaron en actividades de voluntariado, sumando una significativa experiencia de vida. Fernanda participó desde el primer semestre en jornadas de voluntariado, mientras Pilar también se sumó a esta iniciativa dado su gran compromiso con la comunidad.

Al aproximarse la última etapa de este desafío que iniciaron juntas, Fernanda destaca el apoyo que tuvieron de parte de sus amigos y familia, quienes siempre las motivaron –tal como lo hicieron sus profesores- a continuar pese a las dificultades, teniendo claro que ellas tenían las habilidades y capacidades necesarias para culminar con éxito su carrera.