La adolescencia está centrada en la búsqueda de la propia identidad. Es aquí cuando comienzan las primeras relaciones amorosas. Nacen vínculos que conllevan una madurez emocional, física y sexual (Muñiz, Cuesta, Monreal, y Povedano, 2015). No obstante, también una etapa donde aparecen conflictos e incluso violencia en las relaciones (Vivanco, Espinoza, Romo, Véliz, y Vargas, 2015).

La violencia de pareja en jóvenes ha sido definida como el “ejercicio o amenaza de un acto de violencia por, al menos, un miembro de una pareja no casada sobre el otro, dentro del contexto de una relación romántica” (Sugarman & Hotaling, en Poo y Vizcarra, 2008 en Mansilla, Faundez, Sotomayor y Cea, 2017).

Cada día se aprecian más reacciones violentas y de control en relaciones de pololeo. De acuerdo a un estudio de INJUV, sobre percepción de adolescentes sobre violencia de pareja, más del 88% de las personas que conoce alguna situación de violencia supo, escuchó o vio en su entorno insultos, humillaciones y/o gritos. Un 54% supo, escuchó o vio empujarse o tirarse cosas cuando se discute. El 45% supo, escuchó o vio darse golpes.

Otro estudio de la PDI en 2018, reflejó que el 99% de los jóvenes declara que darse golpes en el contexto de relación de pareja es muy violento, así como el empujarse y tirarse cosas cuando se discute (95%).

Investigaciones avalan que la violencia en el pololeo es un problema en diversos niveles. Los adolescentes pueden ver impactada su salud, desarrollo emocional y la forma en que construyen relaciones. Asimismo, existe mayor probabilidad de desarrollar estrés post-traumático o depresión, trastornos alimenticios, baja autoestima, inseguridad, aislamiento. También aparece bajo rendimiento académico y mayor deserción escolar (Marcus, 2004 en Kaura & Lohman, 2007 en Valdivia y Gonzalez, 2012).

Todo hace pensar que la violencia en el pololeo en adolescentes es una problemática de salud pública, por lo que se hace prioritario desarrollar alternativas de prevención y promoción de relaciones saludables entre los adolescentes, que los protejan del daño que implica enfrentarse a sus primeras relaciones de pareja en contextos de violencia.