Universalización de la Educación Superior

Una pieza importante en el desarrollo de Chile es la educación superior. Este segmento ha experimentado cambios importantes en los últimos años, mostrando así un estancamiento de la matrícula total de pregrado, que en 2018 llegó a un total de 1.188.423 estudiantes matriculados, tras la disminución en 2017 de un 0,15%.

Factores demográficos responden a este fenómeno de universalización, que ha llevado a mirar a la educación terciaria desde sus subsectores, valorando la contribución de las universidades y observando con detención el trabajo y aporte de los institutos profesionales y los centros de formación técnica.

Las políticas públicas recientes continúan –erradamente a mi parecer- incentivando la matricula en universidades, y aún se queda sólo en el discurso el fomento a la educación técnico profesional (6,5% superior a la de 2014), que presenta una baja en dos años, con 373.669 alumnos en IP y 136.773 estudiantes en CFT (un 7,6% menos que en 2014).

Los desafíos de este tiempo y requerimientos del mundo laboral siguen apuntando a la necesidad de formar técnicos en distintas áreas, no obstante, la pirámide aún es liderada por los universitarios, grupo que fue también el primero en obtener la gratuidad en 2016. Asimismo, y mientras el mercado llama a preparar a los trabajadores y mejorar el capital humano, la atención y beneficios todavía motivan a las carreras tradicionales y diurnas, restando valor al grupo que, en jornada vespertina, busca mejorar sus condiciones de trabajo, regularizando estudios o buscando aprendizaje continuo.

Luego de un quinquenio de crecimiento acelerado (desde 24.619 a 42.073 alumnos entre 2009 y 2013), la matrícula de magíster también se ha estancado desde 2014 a la fecha, presentando incluso una disminución el último año, llegando a 40.890 alumnos. Este aspecto habla probablemente de una estabilización en el subgrupo, que demuestra que adquirir nuevas herramientas para lograr movilidad en el mercado laboral, es importante y necesaria para quienes ya tienen un título.

En este sentido, las casas de estudios han potenciado su formación de postgrados, ampliando la oferta, accediendo a acreditación de los programas e incorporando a los doctorados como muestra de madurez y avance en Investigación.

Este desafío es esencial, pues el trabajo en postgrados, asegura también mayor calidad en pregrado, con la incorporación de académicos de alto nivel en el trabajo con los estudiantes y de los propios alumnos a la generación de nuevo conocimiento. La investigación básica y la Investigación aplicada renuevan el llamado a avanzar desde lo docente a la innovación, vinculación con el mundo laboral y la comunidad, transformando a las instituciones de educación superior en centros generadores de nuevo conocimiento, en favor del desarrollo del país.