Sacrificio de maravillosos animales

En un corto periodo de tiempo, dos situaciones dramáticas han ocurrido en el Zoológico Metropolitano que culminaron con el sacrificio de maravillosos animales: un tigre blanco el año 2012 y recientemente dos leones, ello por proteger la vida de seres humanos.

Es un hecho concreto que el Zoológico dispone de protocolos bien definidos, y prueba de ello fueron las acciones aplicadas en ambas situaciones, salvando la vida de seres humanos y culminando con la muerte de ejemplares inocentes, que solo responden a su ADN con conductas específicas asociadas a sus necesidades básicas de sobrevivencia y alimentación.

Sin embargo, se requiere de una revisión de protocolos y procedimientos de seguridad en la protección tanto del hombre como de los animales, y lamentablemente, la mayor dificultad está en predicción de la osadía e irracionalidad con que actúan algunos seres humanos, que terminan por comprometer la sobrevivencia de animales. Ello ha generado en algunas personas un cuestionamiento respecto a la existencia de zoológicos, que más que una entretención, nos permite conocer directamente y con todos nuestros sentidos (visión, audición, olfato) las conductas de alimentación, apareamiento, instinto maternal, comportamiento agonista y rango social de una variada gama de animales, que nos hace ser más sensibles, respetuosos y conscientes de la diversidad genética y la necesidad de su conservación.

El desenlace que implicó la muerte de esos animales no debe llevarnos a dudar de lo valioso que es la vida de un hombre ni cuestionar los procedimientos aplicados, ya que en mi opinión no hubo otra opción, toda vez que el sistema de dardos con drogas inmovilizadoras requieren de varios minutos para hacer efecto. Es evidente que al personal técnico y profesional, quienes se refieren a sus animales como “nuestra familia”, estos hechos le causan un enorme impacto como a cualquier Médico Veterinario. Quienes asumimos esta profesión como forma de vida, tenemos la responsabilidad de proteger y sanar a los animales, pero más allá de cualquier consideración, debemos hacerlo con la racionalidad propia de un profesional.