Un nuevo ataque terrorista golpea a Europa, en esta ocasión a Barcelona, después de 15 años del último atentado en España. Imposible de prevenir en el contexto de las amenazas absolutamente asimétricas en que los ciudadanos y los medios de transportes habituales se pueden convertir en letales armas en contra de población civil sin distingos de ningún tipo. En esta oportunidad, la barbarie terrorista arrasó, literalmente, contra transeúntes, cuyo único “pecado” fue encontrarse caminando por las calles de ciudad.

¿Qué hay detrás de estos actos de violencia irracional? Aparentemente, una expresión más de la yihad islámica llevada a su extremo, en una actualización histórica de las cruzadas entre Occidente y una parte del radicalismo Islámico, frente a la cual es muy difícil que se puedan tomar medidas de prevención del terrorismo, que no impliquen una degradación del estilo de vida occidental y democrático, con amplio respeto por los derechos humanos de todos.

Esta violenta acción no es distinta en su operacionalización y trasfondo de radicalidad, a lo acontecido en Charlottesville, Virginia, hace algunos días, cuando en la marcha de supremacistas blancos (KKK) y neonazis, también un enardecido ciudadano anglosajón embiste a manifestantes pacíficos.

Tenemos que evitar el escalamiento de los actos de violencia, como también aplicar, sin más, medidas en contra de los inmigrantes, pues se ha constatado que en la mayoría de los atentados terroristas han actuado ciudadanos locales o inmigrantes de segunda o tercera generación.