Tal como lo han señalado expertos/as, muchos nos encontramos abocados a intentar hacer sentido y explicarnos la pandemia “que como una marea va cubriendo el globo entero”. Nos han advertido que nos encontramos expuestos a tener que convivir en esquemas y tiempos que no son los tradicionales, y que aumentan las probabilidades de tensión y roces incluso con nuestros seres queridos. Pero en estas circunstancias de reestructuración de nuestras rutinas de manera obligada y sin esquemas de preparación previa, se nos abre también una oportunidad para enfrentarnos a las preguntas trascendentales sobre la cotidianeidad que -en tiempos de posmodernidad- nos resultan fáciles de evadir.

El cambio de escenario de nuestras rutinas y dado que se trata de algo impuesto más allá de nosotros, se puede vivir sin culpa y nos permite cuestionarnos justamente el cómo llevamos a cabo esa rutina. La gran oportunidad aparece entonces para revisar cómo nos relacionamos, a quién dejamos entrar y por qué, cómo queremos seguir desarrollando nuestros vínculos más preciados, qué significa la distancia (física, emocional, virtual), qué puertas queremos mantener abiertas, abrir de nuevo o cerrar de manera clara.

En este escenario, de pandemia, de cambio, existe una oportunidad de crecimiento en lo personal, para fortalecernos en la convivencia con otros.