Resistencia antibiótica, ¿qué nos puede pasar?

Muchas veces nos alarmamos cuando aparecen noticias respecto a resistencia antibiótica, pero qué significa y qué impacto tiene este problema, es lo que comentaré a continuación .

La Organización Mundial de la Salud (OMS) está en alerta frente a este problema y se debe actuar como comunidad entendiendo el problema y previniendo que este se siga agravando, dado que el peor escenario es quedarnos sin herramientas de lucha frente a enfermedades causadas por bacterias resistentes a antibióticos.

El informe Antibacterial agents in clinical development – an analysis of the antibacterial clinical development pipeline, including tuberculosis, publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela una grave falta de nuevos antibióticos en fase de desarrollo para combatir la creciente amenaza de la resistencia a los antimicrobianos (Sept. 2017)

Los antibióticos son productos desarrollados para eliminar o matar microorganismos como las denominadas bacterias, entre las cuales hay algunas que nos provocan diversas enfermedades y hasta la muerte. Las bacterias son organismos vivos que no vemos a simple vista y que día a día nos acompañan y comparten nuestro ambiente.

Algunas son beneficiosas o buenas, como las bacterias que vienen en el yogurt  y otros productos lácteos. Pero hay un grupo de bacterias patógenas o “malas” que nos causan enfermedades y pueden llegar a nosotros a través de diversas vías, entre ellas los alimentos, que consumimos día a día. Las bacterias viven en comunidades y se comunican igual que los seres humanos, por eso cuando aparece algún compuesto que les provoque la muerte, como los antibióticos, ellas desarrollan estrategias para sobrevivir.

Una de estas estrategias es lo que llamamos la «resistencia antibiótica», que se gatilla como respuesta a un medio adverso para las bacterias. Lo complejo es que como las bacterias se comunican, esta información de supervivencia y adaptación al medio, se transmite entre ellas y queda almacenada en sus genes.

En este problema tiene gran responsabilidad el ser humano, dado que no existe un uso adecuado de los antibióticos, existiendo automedicación y poca supervisión en el uso de estos medicamentos, por ejemplo no asistiendo al médico para su prescripción o no seguir las indicaciones de uso entregadas por los profesionales médicos, tanto en días como horarios de los tratamientos.

En el campo de la medicina veterinaria, el problema se presenta de la misma manera, y por ende existe riesgo de que estas bacterias resistentes lleguen al ser humano a través de los productos o subproductos de origen animal, por lo que los profesionales médico veterinarios tenemos el rol de asegurar que esto no ocurra y mantener la inocuidad de los productos alimenticios consumidos por el ser humano.

Esto se hace día a día, puesto que muchos médicos veterinarios en Chile trabajan en plantas procesadoras de alimentos y vigilan que esto no ocurra, como es el caso de los productos cárnicos, que no salen a  venta sin la autorización médico veterinaria.

El problema se centra en que las bacterias están cada vez más dañinas y no podemos detenerlas ni eliminarlas, porque algunos antibióticos hoy en día no son efectivos, es decir, nos enfermamos y no hay tratamiento capaz de eliminar la enfermedad en estos casos. En los alimentos que consumimos también pueden venir estas bacterias con resistencia, por lo que el problema se expande no sólo a enfermedades que se transmiten entre personas, sino también a enfermedades que se pueden adquirir en el consumo de alimentos, sumado al riesgo de la resistencia que tengan estas bacterias.

Por esto es importante no olvidar consumir alimentos de origen conocido, con resolución sanitaria o autorizaciones en su elaboración, para así evitar contraer enfermedades, exponerse a la resistencia antibiótica y recibir un tratamiento ineficaz que pueda terminar en la muerte de la persona.

Además, cuando se esté cursando con algún cuadro de enfermedad siempre asistir a un médico para que lo evalúe, diagnostique y entregue la terapia antibiótica adecuada al problema, sumado a la responsabilidad como paciente en seguir las indicaciones de ese tratamiento tal como lo indica el profesional.