Esta semana comenzó la inscripción para la PSU de ingreso 2018 a las universidades del país. Un hito esperado, temido, difuso, que lleva a pasos agigantados al momento cúlmine en que los estudiantes deban rendir la tan ansiada prueba. De aquí a noviembre, un suspiro, una eternidad, o ambas. La ansiedad se genera no sólo para quienes tendrán que rendirla, también para sus padres, sus profesores, las universidades, la sociedad expectante.

Esta ansiedad para algunos puede ser un leve cosquilleo y para otros una serie de síntomas físicos y anímicos que le dificultan aprovechar los momentos, percibir con claridad el presente y disfrutar las relaciones con otras personas; se convierte en estrés.

Es importante que nuestros jóvenes sepan que es un hito y no una meta en sí misma. Hoy, más que antes, los egresados de cuarto medio tienen múltiples opciones y el éxito en la vida futura no está condicionado a un puntaje, una universidad equis, una carrera tradicional. Ahora los jóvenes sopesan sus posibilidades con sus habilidades, gustos e intereses, y el producto deseado se acerca más a la felicidad que al éxito, que nos inculcaron a los que fuimos adultos en el siglo XX. Y con asombro vemos cada vez más casos en que la felicidad, el hacer lo que efectivamente se disfruta, lleva también al éxito, un éxito más vital, integral y completo. Cada día conocemos iniciativas emprendedoras, trabajos innovadores, ambientes laborales no tradicionales, creativos y flexibles.

Después de cuarto medio, como en todos los pasos de la vida, hay que tener siempre un plan B (y ojalá C y D también). El no tener opción conduce fácilmente al estrés, temor, desmotivación y, si los resultados no son los esperados, desesperación en un callejón sin salida. Por otro lado, desarrollemos una virtud casi olvidada en nuestra sociedad actual: la tolerancia a la frustración, la capacidad de empezar de nuevo si algo nos sale mal; la capacidad de hacer el trayecto completo aunque algunas partes del mismo no nos agraden.

Acompañemos a nuestros jóvenes en este camino, sin marcarles el derrotero, pero estando allí, con afecto y comprensión, abriendo puertas y oportunidades, para que ellos tomen las mejores decisiones y puedan efectivamente hacerse cargo de ellas.