El envejecimiento es un proceso fisiológico normal del ser humano. Un trastorno degenerativo, asociado a comorbilidades, como enfermedades cardiometabólicas y musculoesqueléticas, que impactan en la calidad de vida y funcionalidad de las personas. Este último, es un importante biomarcador de salud, como predictor de mortalidad.

En esta línea, la función muscular desempeña un papel fundamental en la salud. El déficit de fuerza se asocia con mortalidad, presumiblemente como resultado de la baja masa muscular, según datos publicados en la revista PloS One (2016).

En este sentido, la sarcopenia es un fenómeno asociado con el envejecimiento y consiste en la pérdida de masa muscular esquelética, relacionada directamente con la pérdida de fuerza (dinapenia), generando una disminución del rendimiento físico en el adulto mayor. Se cree que el envejecimiento es el responsable de disminuir, entre un 30 y 40%, la masa muscular, debido a un desequilibrio entre los procesos anabólicos y catabólicos.

Una de las opciones para revertir la sarcopenia, y su directa relación con la disminución del tamaño y número de fibras musculares en la vejez, es el entrenamiento físico.

Según recomendaciones internacionales y siempre bajo supervisión de un especialista, sobre los 30 años se sugiere incorporar ejercicio de tipo aeróbico (caminata, trote suave, alguna rutina de baile), y ejercicios de fuerza, como los de tipo calisténicos o con alguna resistencia externa incluidos los de potencia y además de ejercicios neuro-coordinativos.

Esto, sin duda, ayudará a generar una mayor cantidad de adaptaciones, las que impactarán en la funcionalidad y calidad de vida del adulto mayor.