Necesitamos y siempre vamos a necesitar amar. Esta necesidad del hombre no se sacia con cualquier alimento, pero puede ser saciada  fácilmente con elementos alternativos disfrazados. La misma ignorancia o tozudez se niega  a aceptar la verdadera nutrición. La idolatría de la tecnología, que invita a acogerse en verdades superficiales y a  absolutizarlas desde el confort de la técnica, es un ejemplo de esta situación. También va por la misma línea la pseudo superioridad intelectual que pretende un dominio absoluto de lo real y  niega la radical ignorancia, a la cual siempre se refiere el sabio sincero, cuando confiesa lo poco de certezas que se pueden hallar en esta vida. Estos caminos errados pueden ser señalados – en cuanto erróneos – por los sufrimientos que causan, al no encontrarse en ellos el amor con su verdadero sentido o con la plenitud anhelada.

“¿Qué tienes que no hayas recibido? “(1 Cor .4, 7), nos recuerda San Pablo. Sin embargo, parece una verdad olvidada hoy. Esta constatación de mi ser como un ser necesitado, que no se basta a sí mismo, es de una importancia capital. Debiera ser entronizada nuevamente para  abrir los ojos del hombre contemporáneo, tan satisfecho de sí mismo. Lo divino, lo sagrado, desde la humildad originada por estas verdades, ayudaría al descubrimiento del otro, a hacer más posible el Amor.

El egoísmo actual necesita el remezón filosófico, que lo saque de la necedad autista y vanidosa a que lo ha conducido el oscurecimiento de su inteligencia, mal dirigida a realidades pasajeras y efímeras, que su nueva mentalidad ha pretendido absolutizar. De esta manera, por tanto, tajantemente Lewis va afirmar que:

“Insensata y necia sería la criatura que llegara ante su Creador con la petulancia de decir “No soy un mendigo. Te amo desinteresadamente”. Quienes más se aproximan al Amor –don de Dios se encontrarán al momento siguiente, incluso en el mismo instante, golpeándose el pecho a la par que el publicano y exponiendo su indigencia ante el único Dador verdadero y Dios así lo quiere.  Es a nuestro Amor –necesidad que se dirige  cuando dice: “Venid a mí todos los que sufrís y estáis agobiados” o, en el Antiguo Testamento, “Abrid la boca y Yo os la llenaré” (1).

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(1) LEWIS, C.S. Los cuatro amores. Andrés Bello, Santiago de Chile. 2001. p. 10