La esperanza de la aurora. Sobre el Te Deum

Con expectación se esperaba el desarrollo del reciente Te Deum en la catedral de Santiago, del pasado 18. No sólo por las palabras que allí iban a pronunciarse, sino también por los posibles gestos o actitudes que podrían ponerse de manifiesto. Y aparentemente todo discurrió normal, sin ofensas públicas o momentos de vergüenza colectiva.

Pero más allá de este aparente éxito desmarcó de una manera muy provocadora el espíritu que reinó en el acto y que animó cada uno de los gestos allí vividos y de las palabras compartidas. Era este un espíritu de esperanza, fuertemente presente en las reflexiones del Arzobispo de Santiago, tanto más necesario en un momento histórico con demasiados signos de destrucción, de violencia y de descrédito. Cuando la mayor parte de las intervenciones sociales o políticas son de crítica o de auto defensa, se hace necesaria esa mirada de esperanza, pues los hombres no podemos vivir sin esperar algo La alusión al filósofo Kant, aunque no sea de mi devoción, fue altamente significativa: ¿Qué nos cabe esperar? Sólo porque se sabe que habrá un al futuro cabe la esperanza. Sí, hay un futuro que no está determinado, sino que lo hacemos entre todos y que se alimenta de cada decisión, por insignificante que sea.

En efecto, hay futuro, se nos recordó, que depende de la actitud que tomemos. La imagen bíblica que propuso el Cardenal Ezzati en sus palabras es la actitud del vigía, del vigilante que espera la llegada de la aurora. Para ello, hace tres cosas: en primer lugar, otea el horizonte, identificando la luz, es también capaz de discernir con prudencia los caminos adecuados sin dejarse embaucar por las sirenas engañosas y, en tercer lugar, alienta a sus compañeros a no desfallecer. Aurora que muestra principalmente el resplandor del valor de la vida, la de todos y cada uno, desde una cultura de acogida que derroca la fascinación de la violencia (incluso la del aborto, aunque se haya disfrazado de humanización).

Esperanza porque no la noche no lo domina todo y hay señales de la aurora, y porque, a pesar de todo, en el corazón de cada persona que vive en Chile, está el anhelo de la luz de la aurora y del bien común que la prepara. El mal sólo se vence con el bien, con la sobreabundancia de bien. Sí, no nos dejemos robar la esperanza.