Guerra Comercial China-EEUU: el inicio de un complejo problema

Las dos mayores economías del mundo se han enfrascado en un conflicto comercial que amenaza consecuencias globales. En menos de dos semanas, lo que comenzó como un alza al acero y aluminio chino, en EEUU se transformó rápidamente en una guerra económica declarada en toda regla. La respuesta inicial de China no se hizo esperar gravando – por su parte –  productos americanos clave: como vino, whiskey, soya, automóviles o productos químicos.

Así, como en una ronda de póker, ambos países han ido levantando crecientemente barreras a distintos productos estratégicos para cada caso. Ya se manejan cifras astronómicas involucradas: aranceles a productos por más 50 mil millones primero, 100 mil millones luego, y 150 mil millones de dólares después, mientras el resto del mundo, y especialmente las bolsas, miran inquietos y preocupados.

Aunque efectivamente se trata esta de una relación desigual, en términos de volumen de negocio -pues China vende cuatro veces más de lo que compra a EEUU- se suma la acusación de Trump de vulneración descarada de la propiedad intelectual, por parte de los asiáticos. Tras este escenario, lo cierto es que ambos países tienen mucho que perder y poco que ganar, en un conflicto que no lleva a ninguna parte.

Lo que aquí se disputa es más que sólo las reglas del comercio internacional entre los dos principales jugadores, porque en definitiva lo que está en juego es el dominio global del mundo, en lo inmediato y para las próximas décadas.

De ahí, por ejemplo, el intento del país del norte de detener el creciente dominio de los chinos en África, quienes han entrado con todo, utilizando al continente como dispensario de commodities o materias primas, ejerciendo al mismo tiempo una inteligente labor diplomática de inversión, prestamos, ayuda y cooperación.

El significado que puede tener a largo plazo este problema para la economía mundial aún es incierto. El mayor temor es un aumento global de corrientes proteccionistas, aunque esta no parece ser la respuesta correcta, pues algunas lecciones de la historia apuntan a que el proteccionismo desestimula la competitividad, retrasa la innovación, y vuelve obsoletas formas de producción y tecnologías que se quedan atrasadas en el pasado.

De momento, algunos especialistas han previsto que, en principio, para Chile esto sería un beneficio en relación a algunos de nuestros productos exportables, como vinos, carne de cerdo, entre otros que podrían salir favorecidos. Sin embargo, como sea, una “guerra” nunca es buena, pues siempre hay bajas que terminan perjudicando a los más vulnerables. De ahí el necesario llamado a la cordura y al entendimiento de líderes y expertos.