Gratuidad en Educación Superior: el Caballo de Troya

Hoy contamos en Chile con un sistema de educación superior de reconocido nivel. La ley de aseguramiento de la calidad ha contribuido de forma gradual y no sin tropiezos, a instalar una cultura de mejora continua en el sector.

Pero la gratuidad ha sido lo más esperado, el Caballo de Troya de la reforma propiciada por el gobierno saliente. Este era un problema a abordar en forma urgente, pues Chile es un país donde el sector privado -representado fundamentalmente por las familias- hace uno de los mayores aportes al financiamiento de los estudiantes de educación terciaria con un 62% del total. Como referencia, el promedio de los países OCDE es un 30%.

Hoy la gratuidad está aliviando los bolsillos de muchas familias en los deciles de menores ingresos, aunque genera también una importante inequidad al basar la política en la condición jurídica de las instituciones. Efectivamente, los aportes fiscales se concentran en su gran mayoría en los planteles estatales y del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH), impidiendo a los jóvenes que estudian en otro tipo de planteles acceder de forma igualitaria a los beneficios de esta reforma.

La lógica de los aranceles referenciales fijados por el regulador apunta al financiamiento de una actividad docente, pero no considera otras actividades propias y necesarias de una casa de estudios superior como la investigación, las relaciones internacionales, actividades culturales, formación de sus académicos, entre otras múltiples actividades que realizamos más allá de impartir cátedras. La experiencia indica que esto debe resolverse con aportes basales a las instituciones, pero sin discriminaciones de acceso, tan sólo la calidad de las propuestas y proyectos.

Al igual que en la Odisea de Homero, que relata magistralmente la forma en que este ingenioso regalo representado en un monumental Caballo de Madera irrumpe en la cuidad infranqueable, permitiendo a los griegos liderados por Ulises derrotar y controlar Troya, mientras sus habitantes celebraban o dormían, creo necesario relevar la autonomía y autorregulación de nuestro sistema de educación superior y estar muy vigilantes al afán de control del Estado mediante al acceso a los recursos vía gratuidad, fijación de aranceles, el exceso de fiscalización o la mera intromisión en los fines propios ponga en riesgo la esencia más profunda de nuestras instituciones.