Empresas B, más que una letra de diferencia

La historia de las denominadas Empresas B se inicia en 2000, a raíz de un polémico fallo judicial que obligó a Jerry Greenfield, uno de los dueños de la heladería Ben & Jerry’s, a vender su empresa al gigante comercial Unilever.

Cuando Unilever presentó la propuesta de compra, Greenfield la rechazó argumentando que él junto a su socio querían seguir manteniendo su independencia para crear una empresa sostenible, responsable con la comunidad, y amigable con los trabajadores, añadiendo que ellos no veían estos principios en la multinacional. Sin embargo, en Estados Unidos, primaba en ese momento la maximización de los beneficios de los accionistas de una empresa. En ese contexto, un tribunal decidió obligar a los fundadores originales a aceptar la oferta de la Unilever.

Mirando esa experiencia, los empresarios norteamericanos Bart Houlahan y Jay Coen decidieron desarrollar un nuevo modelo de compañía: un sistema que permitiera certificar a las mejores empresas para el mundo. Así nace el concepto Benefit Corporation, esto es, compañías que combinan legítimamente el lucro con la responsabilidad social y medioambiental.

En Chile este tipo de organizaciones lleva más de una década de desarrollo y hacia 2015 ya contábamos con 88 empresas nacionales certificadas en esta categoría, casi la mitad del total en Latinoamérica. Los jóvenes emprendedores -como siempre- buscan ganar dinero con sus proyectos, pero hoy también les interesa la forma en que logran esos resultados y cómo estos resultados impactan positivamente al entorno.

Las Empresas B son hoy día una nueva forma de hacer negocios, incluso se habla de una nueva genética económica, pero en algunas décadas va a ser la única. La ciudadanía y los consumidores están exigiendo un compromiso real por parte de las empresas con la sociedad y el medioambiente, además están dispuestos a preferir productos de empresas socialmente responsables, aunque eso involucre un aumento en el precio final del producto.

Este nuevo paradigma es para las compañías una herramienta de diferenciación y competitividad. Como se indica anteriormente, los consumidores prefieren los productos de estas empresas, pero también las personas más talentosas e íntegras buscan este tipo de organizaciones para trabajar. De la misma forma, los inversionistas destinan su capital para que estas compañías escalen, buscando no sólo un retorno financiero, sino que también social y ambiental.