En un mes en el que desde siempre nos han llamado a celebrar el “Día de la Raza” (hoy Día de la Tierra o la denominación que se defina), fecha en la que se acostumbraba a “celebrar” la colonización de los pueblos americanos por los españoles en primer lugar y luego portugueses, ingleses y demás países europeos que llegaron en busca de las opciones de anexar nuevos territorios a sus países, nos tenemos que poner a reflexionar sin duda, de los efectos de estas colonizaciones sobre los pueblos originarios del territorio americano y cómo estos migrantes transformaron y opacaron las culturas originarias existentes en estas latitudes.

Hoy en día, Chile ha abierto sus fronteras permitiendo el ingreso de personas originarias de otros países, tanto del continente americano como de otros continentes, sin embargo no nos estamos haciendo cargo de recibir y atender a aquellos que llegan a nuestro país en busca de mejores oportunidades para sus familias.

Nos falta mucho como país en diseñar políticas públicas inclusivas que permitan, por una parte, acoger al migrante y por otra parte, permitir los espacios para que los que llegan puedan conservar y transmitir sus culturas a los miembros de sus colectividades en Chile, entendiendo como cultura al conjunto de ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo y que se han transmitido de generación en generación (patrimonio social).

La migración como un desafío país

Mirando desde las ciencias sociales, la llegada masiva de migrantes a nuestro país nos obliga a pensar en una perspectiva interculturalista que debiera ser considerada en la formulación y ejecución de las políticas públicas que incluya el desafío de la diversidad sociocultural desde la escuela, que promueva instancias de mediación en contextos multiculturales, que promueva la convivencia y la cohesión social en los barrios multiétnicos y en la necesidad de una educación de la ciudadanía para entender los cambios sociales que se generan con la incorporación de las nuevas culturas llegadas al país. Estos desafíos implican considerar, por supuesto, la inclusión, la finalidad intercultural, la equidad y la participación activa de los nuevos miembros de nuestra sociedad. Considerando además, para su marco conceptual el desarrollo humano, la cultura y los derechos humanos

En resumen, el desafío para nuestro país es favorecer la construcción de espacios para la interacción en el cual se garantice que los derechos y deberes que unen a los individuos y a los diferentes pueblos y grupos étnicos que componen nuestra sociedad, emanen del acuerdo de todos sus componentes.

Supone también que se dejará amplio espacio para que cada pueblo, grupo étnico o cultura pueda ejercer el derecho de transmitir y reproducir sus tradiciones y formas de vida. Es decir, busca generar espacios de deliberación y acuerdo en el que no existan “minorías” excluidas de representación, opinión y capacidad de decisión en los ámbitos de administración del poder. Ello supone el diálogo intercultural. (Fuller, N. 2002)