La Organización Mundial de la Salud (OMS) define “Discapacidad” como un término que incluye deficiencias de las funciones y/o estructuras corporales de un individuo, sus limitaciones en la actividad y restricciones de participación, asociándolas con aspectos negativos de una condición de salud.

Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE),  en Chile el 12,9% de la población presenta algún tipo de discapacidad.

Más de 2 millones de chilenos, o dicho de otra manera, uno de cada 8, vive con algún grado de discapacidad.

Sin embargo, no se trata de un problema que afecta sólo a una parte de la población o que se limite a quienes tienen esta condición, sino que a un fenómeno social que nos afecta todos, padres, amigos, familiares o vecinos; y que nos obliga a encarar la realidad de modo diferente, más holístico, menos discriminatorio, más compasivo, puesto que en un tercio de los hogares vive una persona con discapacidad.

Quizás la Teletón, a través del poder de la imagen y la fuerza de la televisión, sea la institución que más nos ha sensibilizado al respecto, y pese a que hoy por hoy es blanco de algunas críticas, inmerecidas a mi parecer, nadie puede negar la importancia de su tarea y lo positivo que ha sido para la rehabilitación e integración de miles de niños de todo el país.

Sin duda, hemos avanzado. No obstante, estas mejoras aún parecen insuficientes. Llegó la hora entonces de tomarse en serio la discapacidad, superando el modelo paternalista que ha primado hasta hoy.

Es hora de generar cambios profundos en a lo menos tres niveles: uno, en el pensar (nivel actitudinal); dos, en el decir (nivel lingüístico o semántico); y tres, en el hacer (nivel práctico o cotidiano del día a día).

Llegó el momento de que el país y sus instituciones, no sólo el Servicio Nacional para la Discapacidad (SENADIS), jueguen un rol diferente, pues hasta ahora parece ser que mucho de lo que se hace, es de la boca para afuera o para cumplir con la legislación vigente, quedando temas pendientes como una real o mejor integración al mundo del trabajo.

No olvidemos tampoco los beneficios que trae a nivel personal, colectivo y organizacional el humanizar las relaciones y empatizar. Eso representaría un gran paso en nuestro camino hacia el desarrollo.