Convivencia escolar en el siglo XXI

Jacques Delors en 1996 indicó “cuatro pilares de la educación”: saber, saber hacer, saber ser y saber convivir. De aquello, quiero relevar la importancia de la convivencia, en este caso escolar, que podría entenderse como parte del saber ser, pero que vale la pena una mirada aparte y un énfasis especial.

Si bien en la historia de la humanidad las personas han requerido siempre del comunitarismo para sobrevivir, el siglo XXI deviene en un notorio individualismo. Este se caracteriza, entre otras cosas, por disminución de la comunicación y el intercambio afectivo cara a cara, ayudado o agravado por la tecnología, que también ha llevado a los niños al juego “solo” (y sedentario) o “contra” compañeros virtuales.

El no mirar a los ojos atenta contra la posibilidad de empatizar y así los mensajes de texto van aumentando la violencia verbal, descalificativos, humillaciones, malentendidos, etc. y van dejando en el hiperespacio una enorme nube de conflictos sin resolver.

Actores y variables

En este escenario cultural debemos situar la convivencia escolar, que se da al interior de la comunidad educativa, y que incluye actores menos directos, como los apoderados, y las llamadas redes sociales (más redes que nos atrapan que sociales), entre otras muchas variables de contexto.

Convivir no es sólo vivir en el mismo lugar sino en compañía y comunión con otros. Es un gran desafío lograr la convivencia cuando sabemos que tienden a primar los intereses individuales y las opiniones son tan diversas. Sin embargo, ahí está la riqueza de la comunidad escolar, donde cada uno decide, por el bien de los niños y niñas, poner su granito de arena para hacer un mejor entorno educativo, integral, que permita una mejor infancia y logre un mejor futuro. Es una difícil prueba de amor, pero aun en el siglo XXI, el amor sigue siendo más fuerte.