Convivencia Escolar, el Rol de la familia como principal agente de cambio

No le podemos pedir a nuestros hijos que no peguen o griten a sus compañeros si nosotros comúnmente, tenemos estos comportamientos con ellos. Bien lo dice el pediatra y autor Carlos González “No podemos pretender que los niños tengan unos valores que la mayoría de los adultos no hemos asumido.”

Los niños aprenden por modelaje y repiten patrones conductuales que observan en sus padres y adultos referentes. Analicemos un caso:

Pedrito de seis años necesita que su papá lo mire, le hable, juegue con él y se lo pide varias veces de diferentes formas,  pero su papá no escucha, porque está ocupado  atendiendo a un cliente en su celular.  Después de ser  rechazado varias veces y al cabo de un rato el pequeño se conforma y se queda jugando solo y “sin querer” rompe una lámpara con la pelota.  Entonces su papá, furioso, deja todo lo que está haciendo para retarlo o en el peor de los casos  pegarle, porque asume que Pedrito “necesita límites y disciplina”.

¿Qué es lo que el papá de Pedrito no vio? La genuina necesidad de mirada, presencia real, conexión, vínculo que el niño está necesitando.

¿Qué es lo que Pedrito aprendió? que  solo rompiendo cosas, logro  obtener la mirada de mi papá, aunque sea enojado y gritándome, pero al menos así tengo su atención.

Imaginen que esta situación se repite sistemáticamente y ahora piensen en Pedrito en su contexto escolar.

En el momento en que mi necesidad se encuentra con la del otro, podemos establecer límites a través del acuerdo y la negociación. Así como los padres estamos dispuestos incondicionalmente a acompañar  y adaptarnos a las necesidades de nuestros hijos, es vital mostrarles a los niños que, en ocasiones, ellos también necesitan esperar. Por ejemplo, si nuestro hijo está aburrido y quiere jugar con nosotros, podemos dejar nuestra tarea para ir a jugar con él, explicándole que luego de un tiempo, debemos regresar a la tarea pendiente y que esperamos que nos permita realizarla, transando así, por “un ratito tú y otro ratito yo”. Si mi actividad no puede esperar, entonces puedo explicar respetuosamente, “en este momento no puedo jugar contigo hijo, pero podríamos hacer un trato”….y comenzamos a negociar.

Cuando reconocemos y cubrimos oportunamente las necesidades legítimas de los niños,  somos capaces de prevenir  que asuman “metas equivocadas” y que terminen pidiendo lo que realmente necesitan, de maneras equivocadas.