Enfrentar el cambio climático y los desafíos de sustentabilidad y conservación es compromiso de todos: Importancia de la enseñanza de las ciencias

La tierra está experimentando rápidos cambios ambientales a causa de la acción humana, lo que ha impactado en forma desmesurada la disponibilidad de los principales nutrientes, limitando la productividad y la diversidad de los ecosistemas. En los últimos cincuenta años, los seres humanos hemos alterado la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas de manera más rápida y generalizada que en ningún otro periodo de la historia de la humanidad. El resultado ha sido una pérdida sustancial de la biodiversidad y con ello, los bienes y servicios que proporciona a la sociedad.

El último Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático (IPCC), constituye un llamado no sólo a los responsables políticos, sino también a los ciudadanos del mundo para enfrentar los desafíos de manejo, sustentabilidad y conservación que desencadena el cambio climático. En diversas conferencias y congresos promovidos por la UNESCO, se ha destacado la importancia de formar profesionales cuyas actividades y decisiones influyan especialmente en la calidad del medio ambiente. De esta manera, el conocimiento científico se ha vuelto indispensable no sólo para la comprensión del medio natural, sino para participar de manera fundamentada en la toma de decisiones sobre cuestiones de interés social.

A fines del 2015, la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) desarrollada en París, concluyó con la adopción de un acuerdo histórico para combatir el cambio climático e impulsar medidas e inversiones para un futuro bajo en emisiones de carbono, resiliente y sostenible.

En particular, Chile se comprometió a bajar un 30% las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) al año 2030 tomando como referencia el año 2007. Dichos gases están presentes naturalmente en el planeta y retienen la energía solar manteniendo la temperatura dentro de márgenes que posibilitan la vida en la tierra. Sin embargo, cuando la actividad humana aumenta su producción, principalmente por la quema de combustibles fósiles y pérdida de bosques, se supera la capacidad de la tierra en reducirlos por mecanismos naturales (fotosíntesis y absorción por el océano), provocando una aceleración en el calentamiento global. La CMNUCC estableció un conjunto de objetivos para la reducción de GEI. Específicamente a partir del Protocolo de Kyoto se establecieron metas de reducción para seis gases: dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos, perfluorocarbonos, y hexafluoruro de azufre.

De acuerdo al Inventario Nacional de GEI del Ministerio del Medio Ambiente, el principal GEI emitido en el país es CO2 (dióxido de carbono, 76,6%), seguido por metano (12,5%) y óxido nitroso (10,6%). La emisión de CO2 se asocia principalmente a la quema de combustibles fósiles, producción de cemento y extracción de minerales. El metano se vincula principalmente, a la descomposición de materia orgánica asociada a la agricultura y vertederos; y el óxido nitroso, en mayor medida, al uso de fertilizantes y quema de combustibles fósiles. Una de las áreas que más aporta a la emisión de estos gases es el sector de Energía, debido mayoritariamente al consumo de carbón mineral y diésel para la generación eléctrica, y el consumo de combustibles líquidos del transporte terrestre (vehículos livianos y pesados, gasolineros y a diésel). Dentro del sector de energía, los subsectores que más contribuyen a las emisiones de GEI son la generación eléctrica, el transporte y la industria manufacturera, construcción y minas, asociados al alto consumo de combustibles fósiles (biomasa rica en carbono, producida hace millones de años, que sufrió grandes procesos de transformación hasta la formación de sustancias de gran contenido energético como carbón, petróleo o gas natural). La mayor parte de la energía empleada actualmente en el transporte, para generar electricidad, para calentar ambientes, para cocinar, etc., proviene de los combustibles fósiles.

En consecuencia, las estrategias que adoptemos para el uso de la energía serán en gran medida clave en el cumplimiento del compromiso adquirido. Este es un gran desafío, considerando el aumento de la población mundial y el desarrollo económico esperado. Para ello, se propone el desarrollo de energías renovables con participación social temprana, donde todos nos involucremos, sin esperar que los actores legisladores tomen la iniciativa, que el mercado regule el proceso o que tengamos más pruebas. En este sentido, la pregunta es ¿Cómo involucramos a la población en este desafío?, la respuesta más certera debería ser educando. Los estudiantes que en el año 2006 iniciaban su escolaridad serán los adultos del año 2030 con una edad promedio de 30 años. Sin embargo, cabe preguntarse ¿están preparados los planes y programas curriculares actuales para generar un nivel de conciencia que permita que estos adultos del mañana contribuyan a una reducción efectiva de GEI en el transcurso de su vida? A nivel escolar pareciera que muchos establecimientos han incorporado tópicos de esta índole en sus estudiantes, no obstante, no podemos referirnos a su efectividad, ya que nunca se ha medido.

Educación y medio ambiente

En el escenario social y curricular en el que se encuentra la escuela hoy, surge por tanto la necesidad de integrar el conocimiento del medio ambiente y la promoción de comportamientos y actitudes que contribuyan a su conservación, mejorando la calidad de vida de los ciudadanos. Así, el principal objetivo de la enseñanza de las ciencias en el colegio debería ser promover una ciencia escolar más válida y útil para formar personas que, como ciudadanos responsables, tomen decisiones informadas respecto a cuestiones de la vida real relacionadas, por ejemplo a la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, la enseñanza escolar de las ciencias naturales, está supeditada a las exigencias de la enseñanza universitaria, es decir su principal finalidad es transferir al estudiante un conjunto de saberes que lo preparen para el estudio de la ciencia en la enseñanza superior.

Académicos científicos y profesores de ciencias de todos los niveles educativos consideran que la ciencia escolar (ej. ciencias naturales), adquiere relevancia cuando sirve a la preparación del alumnado para cursos superiores y, eventualmente, estudios científicos universitarios. Esta finalidad de la enseñanza de las ciencias, no responde a otras necesidades personales y sociales. Muchos estudiantes no seguirán carreras científicas en la universidad, por lo que parece muy poco adecuado basar la enseñanza o el currículo de ciencias, en las necesidades de la fracción de estudiantes interesados en una trayectoria científica, descuidando al mismo tiempo contenidos y conceptos que son relevantes y necesarios para la formación de aquellos ciudadanos que no se especializarán necesariamente en la investigación científica.

La creciente relevancia de la ciencia como conjunto de saberes y conocimiento, ha fomentado la “alfabetización científica” de la población, entendida como la capacidad de usar el conocimiento científico para identificar preguntas e interpretar evidencias con el fin de comprender y ayudar a la toma de decisiones sobre el mundo natural y los cambios realizados en él. Por lo tanto, si la ciencia escolar se considera relevante para formar ciudadanos capaces de tomar decisiones en asuntos públicos relacionados con la ciencia y la tecnología, la principal finalidad educativa de la enseñanza de las ciencias debería ser el contribuir a una formación democrática, donde la alfabetización científica gire en torno a esta formación. En consecuencia, se hace necesario una educación científica destinada a conseguir la alfabetización científica y tecnológica de todas las personas, es decir, una educación científica dirigida sobre todo a contribuir a una educación sólida y rigurosa para la ciudadanía. Quizás sólo así nos acerquemos como sociedad a la cultura de un desarrollo sustentable tan demandado en estos días. La idea no es enseñar lo que sucede en un mundo impactado, sino trabajar en cómo prevenir y disminuir este impacto.