Desde siempre cuando se habla de “memoria” y “edad” se da por entendido que ambos términos están íntimamente relacionados. Es más, el que falle la memoria o se presenten dificultades para adquirir nuevos aprendizajes era, hasta hace algunos años prácticamente sinónimo de envejecimiento.

Estos dos términos han estado tan estrechamente relacionados y han marcado, hasta hace solo unas décadas, el que se justifique y valide el no intervenir cuando las personas mayores se quejen por sus problemas de fallas de memoria.

“Existe una serie de variables personales y ambientales, que influyen de manera importante, incluso, de forma más determinante que la edad”, Anny Catalán.

Sin embargo, desde el siglo pasado ya se reconoce que la pérdida de memoria es un proceso en el que intervienen numerosos factores, y que alguno de ellos se puede intervenir y favorecer, así la estimulación y el mantenimiento cognitivo activo, redundando en mejorar la calidad de vida de los adultos mayores y de quienes tempranamente pueden evidenciar este problema.

Nadie pone en duda que la edad es un factor importante a tener en cuenta cuando se presentas estas fallas en la memoria. No obstante, también está comprobado que existe una serie de variables personales y ambientales, que influyen de manera importante, incluso, de forma más determinante que la edad.

Los factores ambientales como la jubilación, la disminución de estimulación cognitiva por menores exigencias del medio, el integrar el uso de la tecnología como la calculadora, la memoria en los teléfonos, agendas, el estrés, la ansiedad y la depresión son también, factores muy presentes en personas mayores que dificultan un funcionamiento satisfactorio de nuestra posibilidad de recordar.

Por lo tanto, el llamado es a que los Adultos Mayores piensen en mantenerse activos integralmente, y continuar siendo un aporte a la sociedad, y la sociedad debe dar un paso más en su integración.