Lilian Poveda: “Un ambiente poco estimulante puede retrasar la adquisición del lenguaje”

Directora de las carreras del área de la Educación del IP-CFT Santo Tomás Concepción, explica que crear oportunidades de comunicación son claves para fomentar el uso del lenguaje. 

Las dificultades en el habla y el lenguaje son comunes en los niños pequeños, aun cuando cada uno recibe estímulos diferentes e incluso llega a comprender lo que dicen las personas mucho antes de poder hablar con claridad. Pero cuando hay dificultades para seguir instrucciones, comprender las preguntas o simplemente expresar sentimientos y pensamientos es posible que exista un desarrollo tardío en la adquisición completa del lenguaje.

Entender que esta condición es sorprendentemente común en la infancia y que hay muchas maneras de tratarla, es un buen comienzo para que los padres aborden tempranamente cualquier tipo de trastorno de habla o lenguaje que esté manifestando el niño.

Aunque las dos condiciones deben tratarse con el fonoaudiólogo, es importante entender que ambos términos son completamente diferentes. Los niños con trastornos del habla tienen dificultad para escuchar y pronunciar palabras mientras que los niños con trastorno del lenguaje tienen el reto de desarrollar la capacidad de construir frases, mantener el orden de las palabras, dominar un buen nivel de vocabulario y aumentar la calidad de su lenguaje hablado y escrito.

Apoyo constante

Así lo afirma la educadora diferencial, Lilian Poveda, directora de las carreras de Educación del IP Santo Tomás, quien explica que el problema surge cuando no hay suficiente estimulación en el niño para desarrollar todas las habilidades de expresión semántica y gramatical.

“Uno de los factores que limita la experiencia de aprendizaje es cuando el niño se ve inmerso en un contexto lingüístico casi nulo, es decir, donde hay pobreza de vocabulario y un nivel semántico precario de quienes lo rodean”, explica.

A juicio de la educadora, es común que los niños con trastorno del lenguaje comiencen a hablar más tarde que los niños de su edad, un retraso que no necesariamente puede estar relacionado con su inteligencia sino más bien con los estímulos que recibe para desarrollar su intelecto. De esta manera recalca la importancia de acompañar a los niños a verbalizar desde temprana edad, es decir, vocalizar a través del juego para ir reafirmando como adulto la primera etapa de desarrollo del lenguaje.

“En esta etapa de latencia se va adquiriendo y acumulando información, un periodo donde de forma evolutiva el niño va comprendiendo ideas sin necesidad de expresarlas, lo vemos durante el primer año de vida y es porque aún no hay una maduración completa de los órganos fono articulatorios”.  

Entre los tipos de dificultades que se presentan, la educadora Lilian Poveda destaca el trastorno del lenguaje mixto, un trastorno difícil de superar en la cual se deben trabajar cuatro niveles importantes para el desarrollo del lenguaje, se trata del nivel semántico que tiene que ver con el significado de las palabras; el nivel de morfológico donde se estudia la estructura de las oraciones; el fonético donde se trabaja la articulación de los fonemas y el pragmático que evalúa la intención comunicativa, el volumen de la voz y la proximidad.

Por otra parte se encuentra el trastorno de lenguaje expresivo, una condición relacionada con la parte motora de la producción del sonido que puede marcar el desarrollo del niño hasta la adultez. En estos casos, el niño entiende el lenguaje, sabe lo que quiere decir, comprende las instrucciones de los adultos, pero encuentra serias dificultades en expresar lo que piensa o siente.

Cómo enfrentar la dificultad

Partiendo de la necesidad de que el niño aprenda, la educadora sostiene que muchas veces los papás se frustran porque el niño no domina por completo el repertorio fonético del español, lo que agudiza que no se produzca el sonido de ciertos fonemas que presentan un punto articulatorio muy dificultoso para ellos como la pronunciación de la “RR” o la “L”.

“Está dentro del proceso evolutivo que un niño puede aprender a pronunciar estos fonemas hasta los 7 años, después de esta edad el niño necesita ser evaluado por un especialista”, asegura la experta.

Enriquecer el lenguaje a través de conversaciones, responder las preguntas de los niños, atender el cierre de ideas para poder comprender el significado de los objetivos y saber para qué sirven son algunas de las estrategias que recomienda aplicar la académica, ya que permiten ampliar el vocabulario del niño sin necesidad de simplificar las palabras.

De esta manera, añade que entre los 2 y 3 años los niños aprenden alrededor de unas 300 palabras y son capaces de formar frases cortas con nombres y verbos, pudiendo sostener una conversación ajustando su tono, inflexión y vocabulario al de la persona con la que están hablando, en caso de no presentar ninguna dificultad auditiva que le impida recibir y trasmitir información. “A los 3 años de edad es posible que el niño adquiera el vocabulario de su entorno, no en cantidad ni expresión porque por la etapa evolutiva es normal que pronuncien mal o simplifiquen algunas palabras”, asegura.

Consideraciones

A partir de lo expuesto, Poveda destaca que muchas veces la familia por comodidad no promueve la estimulación verbal para que el niño exprese lo que quiere o describa algún objeto en específico; una situación que puede llevar al niño a sufrir desesperación por la incapacidad de comunicar pensamientos o sentimientos.“Debemos hacer que el niño se esfuerce por pedir las cosas por su nombre aunque no sea correcto para poder ir fomentando el uso del lenguaje”.  

Considerando que se debe hacer uso correcto de las palabras, la profesional asegura que el conversar con el niño de manera adulta, es decir con palabras complejas, no quita cercanía ni ternura, todo lo contrario asegura que el niño pueda tener un vocabulario mucho más amplio y maduro a su edad.

“Generalmente a partir de los 4 años es necesario que los papás tomen la decisión de llevar al niño a una escuela de lenguaje, dado que es el primer sistema escolar que interviene en el proceso de aprendizaje del niño, además del acompañamiento de la educadora diferencial y el fonoaudiólogo”.