Diciembre es una fecha que puede generar alegrías y satisfacción, pero también puede afectar la salud mental y física de las personas debido a la gran cantidad de compromisos y actividades que implican gastos y exigencias.

Entre las compras de Navidad, el término del año escolar, las actividades de fin de año en la empresa y los regalos de amigo secreto, es común hablar de estrés en diciembre, pero, ¿en qué consiste este fenómeno? Según la académica de la Escuela de Psicología de la Universidad Santo Tomás, Cristina Sotz, el estrés ha existido a lo largo de toda la vida del ser humano, por lo que es normal y esperable padecerlo, pues nos moviliza a actuar. Sin embargo, cuando genera niveles de frustración e irritabilidad que afectan la salud tanto física como psicológica, así como las relaciones interpersonales, se vuelve algo preocupante.

“Específicamente, el término del año significa que se cumplen ciertos plazos, y el estrés aparece como una respuesta de la persona frente a la sensación de no haber cumplido con lo planificado. Además, vienen fiestas como la Navidad y Año Nuevo que movilizan y generan expectativas y gastos, que se suman a la cotidianeidad. Es fácilmente observable cómo las personas se vuelcan más a trabajar, a andar corriendo, con sentimientos de que el tiempo no les alcanza”, señala la académica de la UST.

¿Cómo saber si tengo estrés?

La psicóloga comenta que hay que estar atentos a síntomas clásicos que evidencian que podemos estar pasando por un momento de estrés, como dolores de cabeza, problemas de sueño (mucho sueño, insomnio), taquicardias, sudoración, temblores y mareos. Mientras que en el ámbito emocional, las personas suelen estar más irritables y cansadas, además de presentar problemas de memoria, siendo común olvidar más de alguna reunión o compromiso. “Es recomendable consultar con un especialista si reaccionamos mal frente a pequeños problemas, si no estamos durmiendo ni comiendo bien; si no contamos con apoyos y nos estamos aislando mucho; si sentimos exceso de fatiga o dolores corporales. Es decir, cuando no nos sentimos contentos con el estilo de vida que llevamos, y cuando sentimos que todo está muy interferido”, explica la académica de la UST.

Recomendaciones para manejar el estrés

Si reconoce estar afectado por más de alguno de estos síntomas, Cristina Sotz aconseja lo siguiente:

  1. Alimentarse y descansar bien: no «saltarse» comidas y darse el tiempo de detenerse.
  2. Pedir ayuda en aquellas cosas que creemos no alcanzaremos a hacer.
  3. Hacer vida familiar y con amigos: activar redes de apoyo que nos permitan distraernos.
  4. Realizar diariamente algún tipo de ejercicio físico o mental que facilite regular las emociones, por lo menos durante 15 minutos.
  5. Jerarquizar las labores y respetar los tiempos de descanso y ocio.
  6. Aprender a decir que no: no sobrecargarse de trabajos extra.
  7. Dormir y darse un tiempo para descansar es fundamental para el desarrollo de toda persona, es por eso que se recomienda aprovechar estos periodos y tomar por lo menos tres semanas de vacaciones, dado que la primera aún uno no se desconecta 100%. Además del número de días, es importante “desconectarse” de los celulares, los correos electrónicos, y aprovechar de compartir y salir a pasear.
  8. Finalmente, cabe destacar que cada persona es única, y por lo tanto lo que alivia el estrés no es igual para todos. Es importante reconocer las señales corporales que permitan prevenir el estrés en cada uno.

Estrés en niños y adolescentes

No solo los adultos sufren periodos de estrés, los niños y adolescentes también pueden evidenciar algunos síntomas, pero lo manifiestan de una forma distinta. Por ejemplo, muchas veces los niños no entienden lo que les pasa y se irritan, generando que los padres reaccionen de mala manera o los castiguen, lo que les genera más estrés. En ese sentido, la psicóloga de la UST señala que es importante transmitir a los más pequeños expectativas realistas, darle espacios de juego, evitar llevarlos a mall o lugares cerrados donde se observa claramente el “estrés de fin de año”.

Suele decirse que la adolescencia es la etapa más estresante de la vida, por todos los cambios que conlleva. En estos casos, Cristina Sotz señala que para evitar un cuadro de estrés, es fundamental la comunicación familiar y el desarrollo de habilidades sociales, ir entregando responsabilidades acorde a cada uno, aceptando las posibilidades de equivocarse y brindando oportunidades para reparar.