Pamela Paredes, Coordinadora Nacional de Simulación Clínica UST

“La simulación clínica permite que los estudiantes puedan desarrollar sus habilidades en ambientes seguros y controlados”

Los nuevos desafíos de la Educación Superior han generado la necesidad de incorporar nuevas herramientas, estrategias didácticas y escenarios de aprendizaje que puedan aproximar a los futuros profesionales de la salud a contextos inmediatos a la actualidad y realidad en sí.

No solo porque es importante que el estudiante desarrolle conocimientos específicos, incorpore habilidades, actitudes y valores de forma que le permitan ejercer eficazmente su tarea como profesional sino para adquirir potencialmente competencias genéricas relacionadas al pensamiento crítico, liderazgo y toma de decisiones frente a escenarios clínicos de alto impacto.

Sobre estos desafíos, Pamela Paredes, Coordinadora Nacional de Simulación Clínica de la Universidad Santo Tomás, asegura que por excelencia los centros de simulación permiten a los estudiantes convertirse en actores activos capaces de generar un juicio clínico sobre situaciones a las que podrían enfrentarse en su práctica profesional.

“La simulación clínica es una técnica que representa una práctica, por ello trabajamos sobre el diseño de un escenario que tiene todo el contexto clínico de un paciente, esto con el objetivo de que el estudiante pueda desarrollar sus habilidades a través de un ambiente seguro y controlado”.

Simulación clínica como herramienta de aprendizaje

Además de proporcionar a los futuros profesionales un aprendizaje apoyado en la práctica, el error y la reflexión, hay aspectos claves que según la académica responden a las necesidades de un proyecto educativo con identidad propia que exige la actualidad y que tiene que ver con la resolución de problemas individuales, sociales y culturales de atención en salud.

Se trata de un cambio de paradigma que va más allá de un avance tecnológico y es el rol innovador que asume el cuerpo docente en la formación de profesionales integrales. Considerando que la estrategia educativa de la simulación clínica, permite que el docente promueva la transferencia de conocimiento, estimula la confianza del estudiante mediante el ensayo-error, y por último fomenta una atención segura y de calidad al paciente.

“Anteriormente veíamos a docentes muy castigadores con los que no había derecho a equivocarse, todo tenía que ser perfecto y la verdad es que en la teoría del aprendizaje todos los novatos se equivocan. No es justo que un profesor con una experiencia clínica de 20 años crea que un alumno va a tener el mismo nivel que él”, afirma Paredes.

También asegura que esto va de la mano con el desarrollo curricular y los niveles de formación que requieren los estudiantes, como el caso de aquellos que tienen un nivel de formación básico, el escenario de simulación clínica debe ser acorde al conocimiento y las habilidades que está desarrollando el futuro profesional.

“Cuando van a sus prácticas clínicas se enfrentan a un paciente real con todas las complejidades del caso, ahí no van a ver discriminación sobre el año de la carrera en la que van, la atención al paciente debe ser integral dentro de lo que le permita sus capacidades”.

Rol del alumno en escenarios clínicos

Bajo este esquema, la académica recalca que con la incorporación y uso de la tecnología en los escenarios clínicos es posible enfocarse en la conducta del estudiante para lograr una integración de habilidades cognitivas, procedimentales y de tipo actitudinal.

“Inicialmente solo se ponía más atención a las prácticas, no habían tantos espacios curriculares para desarrollar los valores, los centros de simulación clínica son excelentes espacios para trabajar el trato y el respeto al paciente, además de los valores que como institución queremos insertar en nuestros estudiantes y que son nuestro sello”.

De esta manera, afirma que la simulación clínica ocupa un lugar importante en la transformación curricular de los futuros profesionales, pues se llevan a cabo ideas que no se consideraban en las prácticas tradicionales como el ensayo y error.

Desde las competencias didácticas que comprende esta enseñanza, señala que las experiencias de aprendizaje con simuladores favorecen de forma significativa la confianza, el manejo de emergencias, comunicación en equipo y desempeño en un clima de bajo estrés; aspectos que abren camino a que el estudiante se autoevalúe constantemente.

Así pues, el eje de la experiencia del aprendizaje suele consolidar de manera interactiva y abierta la discusión entre los estudiantes y los docentes durante el entrenamiento en la sala de simulación clínica, generando un feedback constructivo entre ambas partes.

Recursos al alcance de todos

En este sentido, explica que los centros de simulación clínica de la UST cuentan con salas de alta/baja  fidelidad, salas debriefing, áreas de control y simuladores interactivos de alta tecnología como “Apollo”, simulador que recrea todas las funciones fisiológicas del cuerpo humano como signos vitales, presión arterial, curvas de presión invasiva y todas las respuestas fisiológicas frente a la intervención de los seres humanos ante ciertos estados de salud del paciente.

“A través del simulador se pretende que los estudiantes vivan de forma directa lo que es atender a un individuo con patologías similares a las de un paciente real. De esta manera pueden incorporarse intencionalmente a procesos de socialización dentro de entornos de enseñanza clínica”, comenta Pamela Paredes, Coordinadora Nacional de Simulación Clínica UST.

Finalmente, aclara que simulación clínica debe ser vista no solamente como una estrategia didáctica en la formación clínica, sino como una estrategia de desarrollo y competencias profesionales que implica procesos bien definidos y estructurados.